Desde hace 25 años el médico Arturo Arias, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica Norte, se ha dedicado de tiempo completo a estudiar las causas de los accidentes de tránsito en Cúcuta.
La gran sorpresa que se ha llevado en este lapso es que esta violencia vehicular, como él la califica, en lugar de detenerse se ha aumentado de manera alarmante.
Recuerda que en las más de dos décadas que lleva estudiando el fenómeno se han hecho, sin éxito, toda clase de intentos por neutralizarlo.
Hubo momentos en que con los alcaldes de turno se iban de cacería de borrachos por las calles de la ciudad. A los que sorprendían, de castigo se les conminaba a barrer el parque Colón, luego se les daba una charla sobre lesiones craneoencefálicas. Todos lloraban y admitían su error, recuerda.
Arias ha llegado a la conclusión de que esta violencia se convirtió en una epidemia de salud pública, las cifras así lo confirman: 71 muertos y 1.651 heridos en el último año en Cúcuta.
Las principales causas de esta debacle contra la vida son el exceso de velocidad, conducir en estado de embriaguez, desobedecer señales de tránsito y cruzar sin observar, entre otras.
Pero hay algo mucho más costoso que le preocupa a Arias: las secuelas que está dejando esta violencia en las vías y que al sistema de salud lo está desangrando.
Los jóvenes están quedando mutilados, cuadripléjicos, como todos unos vegetales, en el manicomio, lisiados de por vida y cargando costosos tratamientos; lo peor, improductivos para la sociedad.
Arias dice que los cucuteños deben salir de la apatía total en que están.
¿En qué momento se pierde el rumbo del control de esta violencia?
Las alcaldías han hecho intentos, pero estos se quedan truncados con el arribo del nuevo gobierno. El nuevo candidato que llega acaba con lo que venía, no hay una perpetuidad en el proceso de mitigar las conductas de violencia vehicular.
¿Por qué califica de violencia a los accidentes de tránsito?
En Colombia y en Cúcuta la violencia vehicular ahora se vislumbra como la primera causa de mortalidad. No es un accidente cuando se conduce una moto y se va a ochenta por hora, se pasa el semáforo, colisiona con otro vehículo y se produce un daño corporal crítico, que es muy costoso. Esto es violencia urbana.
¿Usted habla de unas secuelas que son mucho más costosas para los lesionados, de qué se tratan?
Los motociclistas son los más impactados con esta violencia, se comportan como seres irracionales. Hemos tenido casos de jóvenes de 18 años, con heridas mortales. Tenemos pacientes que han quedado en coma para toda la vida, lesiones de extremidades, en encéfalos, cráneo, con traqueotomía, quedan mirando para el techo.
¿Estas secuelas qué costos le representan al sistema de salud?
Costos millonarios que no deberían ser así, porque esa plata que el sistema paga por la violencia vehicular debería estar dirigida a programas de promoción y prevención. Por ejemplo, solo la clínica Norte ha gastado este año 900 millones en la atención de accidentados. Un solo paciente de trauma de moto costó $100 millones.
Pero hay algo peor: con una lesión crónica el individuo de 24 años no vuelve a estudiar ni a trabajar el resto de su vida, por lo tanto en la fase crónica de la enfermedad, que es de uno a seis meses, no produce nada ni aporta al sistema, entonces requiere manejo por medicina interna y terapias de todo tipo
¿Qué tan altos son esos costos?
Estos costos nadie los está midiendo y de ellos venimos hablando los médicos en los congresos desde hace 18 años. Y es que el hueco fiscal de aportes de la población joven del país en lesiones vehiculares es bien grande, porque la mayor parte de lesiones de este tipo es de gente productiva entre los 20 y los 60 años.
¿Pero entonces para qué es el Soat, no se supone que este seguro es para cubrir los daños producidos en un accidente de tránsito?
El Soat le protege al accidentado 20 salarios mínimos, más o menos $14 millones, de ahí en adelante le corresponde a la Eps, esta cubre algunas cosas, no cubre por ejemplo los parches de las ulceraciones por presión, el colchón antiescara ni las medias antiembólicas, porque usted no tuvo una enfermedad, usted se buscó una enfermedad.
¿Hay la idea de que las EPS se encargan de brindar atención a las víctimas de accidentes de tránsito hasta su completa recuperación, esto no es así?
Las Eps no cubren todo, cubren para medicamentos, por ejemplo para sangrado, lesión e infección. Ellas están pagando (literalmente) un antibiótico que vale un peso la tonelada, no sirve para nada y los pacientes que lo reciben se están reinfectando, es un tema muy complejo en trauma.
Una solución en camino
¿Desde la parte científica qué soluciones se debaten para dar una solución a esta problemática?
Las estadísticas de violencia vehicular son alarmantes y es tiempo ya de que se empiecen a estudiar a partir de una investigación epidemiológica, es decir, desde el observatorio que plantean el secretario de Tránsito de Cúcuta, José Luis Duarte, y el comandante de policía de Tránsito, mayor Félix Clavijo. Es la idea más inteligente que he escuchado en los últimos 30 años, porque por vez primera se está pensando en el tejido social.
¿Qué aspectos se analizarán desde este observatorio?
Mire, esta es una ciudad que no la mata la violencia política, sino la violencia y la incultura ciudadana de los que transitamos en la calle.
La matriz de Haddon estableció que en el escenario de la violencia urbana hay tres actores importantes: el individuo, el medio y el sistema de transporte.
Cuando uno ve a una víctima de violencia vehicular en la calle, con la vena femoral rota, moribundo, que vale 100 millones de pesos, se llega a la conclusión de que todas las mediciones primarias de prevención en los sistemas 1, 2 y 3 fallaron, y quien falló, el Estado.
¿Podemos decir que en Cúcuta todas las campañas de prevención fallaron?
Es una mentira social de que entregue las llaves y conduzca con precaución, o que lo llevan a un hospital y lo salvan, no es cierto, es el estado el responsable de la cultura y del control del cumplimiento de las leyes de tránsito. El ser humano solo necesita una cosa para aprender: educación, cultura y castigo.
¿Se podría decir que ha fallado el estado, pero y los infractores, qué hay de ellos?
Aquí es normal ver a cuatro personas en una moto, una moto con siete pimpinas de gasolina, pasarse el semáforo en rojo. Una moda cucuteña es que nadie hace los pares, por qué, porque falta el estado haciendo cumplir la ley.
¿En qué cosas se harán énfasis en el observatorio de violencia vehicular?
Se van a juntar autoridad y gobernabilidad. Esto implica llevar un diagnóstico estadístico, planes de promoción y prevención y, por supuesto, castigo.