Llevan la música en la sangre, la pasión por cada nota musical se oye en el más mínimo ensayo, el profesionalismo lo cultivaron en la escuela del fallecido maestro José Antonio Abreu (creador del Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles de Venezuela), y hoy siembran semillas de arte musical en los niños que estudian en el conservatorio del Inem.
Cuatro músicos profesionales del sistema de sinfónicas juveniles del vecino país se han convertido, junto con tres venezolanos más, en los primeros talleristas de este espacio, que lleva un año impartiendo cátedra en los colegios de la ciudad.
Anmaryth Mendoza Gallardo, de 21 años; José Sánchez Murillo, de 46; Aura Moreno Barreto, de 29, y Ángel Eduardo Mendoza, de 30, fueron recibidos en el Inem por el director, Oscar William Nieto, quien los incluyó en el proyecto por la experiencia de cada uno.
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Son más de 150 niños de los colegios Sagrado Corazón de Jesús, Nacional de Comercio, San Francisco de Sales, Salesiano y del Inem, los que están en las manos de este cuarteto. El propósito del conservatorio, y lo que buscan estos muchachos, es seguir sumando jóvenes que amen interpretar algún instrumento musical.
Sentada a un lado del profesor Nieto está Anmaryth Mendoza Gallardo, nativa de Barquisimeto (estado Lara), desde donde salió hace ocho meses. Es el primer violín de la orquesta y está formando a los niños en la familia de las cuerdas.
“Llegué al barrio Motilones sin trabajo; una tarde escuché a un niño tocar el violín en el barrio, le pregunté dónde estudiaba, y me dijo que en el Inem. Vine y el maestro Nieto me hizo las pruebas, y me quedé. Ahora, doy todo de mí para que estos niños avancen en su formación musical”, dijo.
Además, da formación técnico musical en el Sagrado Corazón de Jesús, donde tiene más de 30 alumnos a su cargo.
La excelente ejecución de las cuerdas del violín de Anmaryth combinada con la dedicación y lo aplicado teóricamente de los estudiantes colombianos, ha dado los mejores resultados finales en piezas como O Fortuna, de la obra Carmina Burana, del compositor Carl Orff.
Aún no tiene un salario fijo por lo que hace, pero los mismos compañeros le ayudan. La pasión por la música le nació a los 12 años y comenzó a estudiar en el conservatorio de Barquisimeto, donde se graduó siendo una de las mejores.
“Es lamentable la fuga de talento que se está dando en Venezuela, pero siempre debemos ver las cosas positivas en todo, y eso es que somos nosotros los que podemos demostrar lo mucho que sabemos de música y que no nos importa compartir lo que sabemos con el mayor cariño”, dijo.
Tres filas más atrás se sienta Aura, quien llegó de Valencia hace dos meses. Licenciada en música, egresada de la Universidad Nacional Experimental de las Artes en Caracas, es la encargada de enseñar la sección de maderas, además, de ser la directora del coro que acompaña a la orquesta en sus presentaciones.
A pesar de su corta edad, se especializó en la interpretación del fagot. Es exintegrante de la Escuela Sinfónica Simón Bolívar, presentándose en Europa y América con el director Gustavo Dudamel.
“Me siento dichosa de poder enseñar todo lo que aprendí durante mi formación. Los chicos colombianos son sumamente aplicados, y eso en la música es fundamental para avanzar y tener éxito”, sostuvo.
En la última fila de la orquesta están Ángel y José. El primero es tallerista de los instrumentos de vientos metales y ejecuta el corno francés; al igual que el resto de sus compañeros, fue ejecutante y profesor del sinfónico Simón Bolívar, donde daba clases en cinco núcleos semilleros de formación.
A diferencia de sus tranquilas clases en el Inem, en la capital del vecino país le tocaba trabajar en barriadas con fuertes problemas de inseguridad, e incluso recibir amenazas de tiros de sus propios alumnos. “Es difícil cambiarles la realidad, pero la música es para eso, para transformar vidas, y eso vinimos a hacer en Cúcuta y en Colombia”, sostuvo.
Se inició en la música a los ocho años, comenzó a tocar corno a los nueve, y a los 18 años ingresó a una orquesta profesional; desde entonces toca y da clases.
Asegura que el talento de los niños en Cúcuta es un universo por explotar. Y sueña con replicar en el país el proyecto del maestro José Antonio Abreu. “El talento está de sobra”, dijo Mendoza.
El profesor José Sánchez, nacido en San Cristóbal, viene de una familia de músicos. Su afán por trabajar por la cultura lo trajo desde hace un año a Norte de Santander. Pudo escuchar a la orquesta sinfónica del Inem en una presentación en Los Patios y conoció al director Nieto, quien le presentó el proyecto y lo invitó a formar parte del mismo.
“Me puse a disposición para respaldarlo, trabajar y lograr que Colombia tenga un realce en la parte orquestal, sobre todo en esta parte del país”, indicó.
Retirado del sistema de orquesta sinfónica venezolano, para el cual trabajó durante 20 años, hoy se desempeña como tallerista de vientos metales: trombón, bombardino, tuba; y realiza los ensayos generales para las familias de instrumentos.
Asegura que el sistema de orquesta venezolano está regado por el mundo y Colombia, por la cercanía, no es la excepción. “Este fue un árbol que fue creciendo y expandiendo sus ramas por todos los rincones del mundo; por eso la idea es enseñar a la mayor cantidad de niños posibles”, dijo.
El director del conservatorio resaltó la presencia de los talleristas venezolanos entre los que mencionó, además, a Alfred Caycedo, tallerista de instrumentos clásicos; Miller Cáceres, de vientos metales y percusión; y Juan Martín Nieto, tallerista de percusión.
“Los talleristas venezolanos han traído un sinnúmero de metodologías que estamos aplicando a nuestros juveniles músicos para que optimicen su capacidad de ejecución instrumental, y por ello la agrupación sea reconocida por la combinación ideal entre lo teórico del método musical colombiano, y lo práctico del método musical venezolano”, enfatizó Nieto.
Aseguró que esta combinación ha hecho que el nivel musical de la orquesta sinfónica se eleve en poco tiempo. Además, dijo que para la música no existen fronteras ni nacionalidades. Solo se necesita la pasión por interpretar.