Lo de Julieth Lozano y la ópera parece ser un asunto del destino. Misterioso, inevitable. Sin saber cómo, la ópera se fue convirtiendo en la vida de Julieth, y con mucha disciplina, se fue ganando un lugar entre los artistas más importantes y reconocidos del mundo de la disciplina.
Hace más o menos diez años Julieth estaba estudiando ingeniería en la Universidad Javeriana. Alguien la escuchó cantar y la motivó a estudiar. Ella hizo caso ¿por qué no? Y empezó con un par de clases en una academia, luego se matriculó en la universidad. Para la audición cantó un bambuco, esa era la música que le gustaba y que quería cantar. La directora la escuchó cantar y le dijo: “¿Tú sabes a lo que te estás metiendo?”. Y Juliet dijo que sí, que estaba segura, pero no. Porque la clase a la que se matriculó no era de músicas populares, sino de ópera y Julieth de eso no tenía ni idea. Al final no era que no le gustara, era que no sabía. Pero la opera estaba ahí, esperándola.
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Julieth terminó su pregrado en la Universidad Central de Bogotá, es Maestra en Interpretación y Artista en Ópera del Royal College of Music en Londres, y dos veces ganadora del concurso nacional de canto de la OFB (2012 y 2014). Esta semana está compitiendo en el Cardiff Singer of the World 2023, una de las competencias de canto más prestigiosas del mundo. Y en julio vendrá a Medellín, pues hará parte de la ópera Las bodas de Fígaro en el Teatro Metropolitano. EL COLOMBIANO habló con ella sobre su recorrido en la música y ese destino marcado por el bel canto.
Estuvo en el Cardiff Singer of the World 2023 ¿Cómo se siente?
Me siento como si hubiera corrido una maratón. Ahora estaba viendo el vídeo y no podía creer que yo hice eso. No me acuerdo. Estaba como en un trance...
¿Cómo ha sido el proceso de la competencia?
Llegué el 6 de junio y hemos tenido ensayos, un montón de entrevistas, preparación. Ha sido pesado. El domingo tuve ensayo con el director, pero solo él y un pianista, el martes tuve el primer ensayo con la orquesta y el miércoles el show. O sea, eso fue así. ¡Tum! ¡Tum!
¿Qué escogió para cantar?
Canté una parte de una opereta cubana y eso fue un hit. Hasta la orquesta estaba feliz de tocar eso. A mí me parece súper importante, porque la gente no sabe que de nuestro lado también se escribía música para el escenario. Hay distintas versiones de arte que me parece también importante llevar a escena. Escogí esa en particular porque me pareció una pieza importante para traer. Cecilia Valdés es una historia social y política muy fuerte.
Y aunque esta canción en particular que canté, pues, es feliz y tiene un aire rítmico importante, de hecho es un drama horroroso. O sea, ella termina en un sanatorio por unas razones de raza. Cecilia es la hija ilegítima de una ex esclava y un dueño de esclavos español. Me pareció importante recordar que no solamente tenemos, no sé, traviatas y cosas así de los compositores que ya conocemos, sino que también hay historias muy fuertes que vale la pena mencionar en nuestro lado del mundo. Claro, y llevarlas ahí.
Es una declaración de intenciones... De cómo se relacionan con el arte.
Y también porque quería cantar algo en español. Para mí eso era importantísimo, llevar algo donde pudiera mostrar la forma cómo nuestro idioma también hace parte de estos escenarios. Y busqué varias opciones y esta fue la que me pareció la más balanceada con las otras piezas que tenía.
¿Cómo terminó en el concurso de música clásica más importante del mundo?
Me presenté porque es una convocatoria abierta. Este año creo que tuvieron como 500 participaciones. Ya me había presentado en la versión pasada y llegué hasta la parte de la entrevista, pero no quedamos seleccionados. Y en esta versión, pues gracias a la vida, me escogieron. Y me puse a mirar que otros colombianos han estado en la competencia y fue como ¡uy! espérate, no han tenido ni un solo colombiano. Nadie, nunca, no lo puedo creer, y con tanto artista que tenemos, pero, pues, no ha pasado en todas estas décadas
¿Qué siente que cambió de la vez pasada a esta?
Cuando me presenté en ese entonces, fue justo al final de la pandemia y estaba tratando de encajar en los moldes de lo que es ser un cantante lírico, y estaba intentando mantener todo en esa cajita, pero desde ese entonces he estado trabajando mucho más en realmente quién soy yo como artista, y qué quiero mostrar en el mundo del arte, porque tampoco me estaba sintiendo tan feliz, entonces en estos dos años he estado trabajando mucho en ser muy cuidadosa y muy protectora de mi espíritu, y de no tener miedo a pararme en la escena y no encajar, y ser diferente, ser un poquito rarita y ver qué pasa, y mira que desde que tomé ese riesgo, no solo con la competencia, sino de verdad en mi vida profesional las cosas empezaron a florecer, incluso con mi propia voz, siento que las cosas ahora tienen más sentido y están más conectadas porque ya no me da tanto miedo no pertenecer.
Eso fue determinante...
En los vídeos que mandé había zarzuelas, canciones en español, latinoamericanas, y mandé también repertorio del más tradicional, que a mí me gustaba, no porque creyera que era lo que ellos iban a querer, sino porque son cosas que a mí me gustan y en la entrevista traté de ser completamente yo misma, ese día me vestí para la entrevista como yo me visto, me peiné como yo me peino, no traté de ser nadie más, y funcionó.
El canto es mucho más que técnica... ¿qué es?
No te lo puedo expresar con palabras, es como un duende. Es algo que siento que cuando me paro en un escenario a compartir con la gente y con el público, algo en mí se abre y puedo dejar que la música y el texto llegue al público a través de mí. Siento que me puedo comunicar de una forma muy especial con el público que no puedo explicar y que va más allá de la técnica, y eso estaba desde siempre.
Pero la ópera es también actuación, de alguna manera...
Sí, es súper divertida. Para mí esa es la joya de la ópera, a veces los personajes son difíciles, pero muchas veces son una fiesta, o sea, están pasándola buenísimo en escena. Lo que vamos a hacer ahorita, por ejemplo, en Medellín, es un personaje muy bonito que pasa por un montón de cosas, es como una telenovela, pero hay momentos en los que no puedo creer que mi trabajo es jugar, pararme en escena a jugar, a correr de un lado al otro, a saltar, a esconderme debajo de la cama, a ver qué es lo que están diciendo los que entraron a la escena, es súper divertido.
¿Qué viene en el futuro?, ¿qué tipo de papeles quiere hacer o a qué le va a apostar?
Los bordes están un poquito borrositos por ahora, porque la industria ha cambiado mucho después de la pandemia. Me he dado cuenta de que hay una necesidad de expresarse como artista individual, pero al mismo tiempo de entender qué está pasando y cómo está modificándose la carrera. La única prioridad es seguir compartiendo música de compositores que no necesariamente son comunes en los espacios académicos de la música clásica. Esa es una misión real para mí, como mantener compositores latinoamericanos, mujeres compositoras y artistas vivos.
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En cuanto a ópera, por ejemplo, algo que me interesa mucho hacer es papeles que se salgan un poquito de la norma. Entonces, por ejemplo, cosas como, no sé, este año se me cruzaron las cosas de horarios, pero inicialmente el plan era cantar una Frida Kahlo. Ese tipo de cosas me interesan mucho. Mantener la representación de historias de nuestro lado del mundo.
Es una forma de acerarnos a la ópera desde este lado del mundo...
Claro, y así quiero continuar llevando las historias de este lado para allá, también quiero que muchas personas sepan que todos tenemos una conexión humana gigante. Entonces, por ejemplo, la ópera que van a ver en el Metropolitano, Las bodas de Fígaro, la historia que a pesar de que la escribió Mozart y está tan alejada de nuestro mundo, es una historia que estoy segura de que la gente la va a ver y va a decir, uy, esto lo reconocemos totalmente. Son muy reales y no son elitistas, son dramas humanos, historias hechas para el público, para la gente.
Para su familia también debió ser muy raro que dejara la ingeniería para dedicarse a la ópera, ¿cómo lo ven ahora?
Son los fans número uno, y cada vez se interesan más de ver cómo es la ópera, cómo es que hay diferentes voces y de aprender realmente este mundo que también es tan ajeno para nosotros y para mi familia. Mi papá, por ejemplo, se ha dado cuenta de que no es tan fácil ser diferente y que romper las casillas de lo que normalmente se espera y de la tradición es difícil, y que la gente no siempre lo acepta bien, pero que vale la pena. Entonces, él todo el tiempo me dice, no te preocupes si te dijeron que no, no pasa nada, ¿te sentiste tú? Eso es lo que importa.
Hace apenas 10 años estaba en Bogotá viendo esta competencia por televisión. Ya se ganó un lugar...
Es parte de lo que queríamos crear con los compañeros cuando estábamos estudiando y veíamos la competencia. Me acuerdo que decía, ¡wow! los mejores cantantes del mundo, y ayer decía, ¡estoy aquí! No puedo creer que soy la primera colombiana, y qué bueno que sea la primera porque soy medio rarita, entonces le doy el chance a todos los colombianos que vienen de decir, puedo ser yo.
Me encanta que el público decía, ay, nunca habíamos visto una participante así, nunca habían escuchado esos ritmos en los 40 años de esta competencia, nunca.
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