Así como ya era un hecho inminente el recrudecimiento de la violencia en el Catatumbo por la terminación del cese del fuego, el congelamiento de los diálogos con el Eln, el fortalecimiento de todos esos grupos armados organizados y la reaparición de otros, ahora se teme una nueva crisis humanitaria de proporciones.
Estamos asistiendo a una tormenta perfecta donde otra vez la víctima es la población civil que queda en medio del fragor del conflicto y expuesta a las hostilidades de diversa índole, en un ambiente de clara violación al Derecho Internacional Humanitario y a los Derechos Humanos.
Nada bueno para esta región del departamento puede dejar una alianza entre la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional con la disidencia del 33 frente de las Farc porque en esa muestra de poder y de control territorial los pobladores quedan sometidos a su imperio del terror.
Y ese intento de reagrupación y resucitación de una banda como Los Pelusos conlleva una peligrosa carga intimidatoria y de sometimiento mediante métodos violentos a quienes no quieran someterse a sus acciones de control.
Pero si a ello le sumamos la ‘guerra’ desatada entre la llave Eln-disidencia y el grupo del antiguo Epl, para los ciudadanos de ese territorio significa una mayor carga de temor, puesto al quedar expuestos al peligro de que se desaten operaciones criminales de señalamientos, persecuciones y de retaliación.
Escenario nada alentador que ya tiene antecedentes en el tiempo, en materia de desplazamientos y confinamiento de la población que es sometida a sangre y fuego, en una zona donde hace mucho tiempo no ocurrían dos masacres en un mismo día.
Como el contexto es una base fundamental para demostrar nuestra trágica historia del conflicto, bueno es recordar lo dicho por el alto consejero para la Paz en Norte de Santander, Luis Fernando Niño: la última vez que se vivió una escalada violenta de este tipo, la crisis humanitaria se tradujo en 65 refugios con casi 4.500 personas confinadas por el Epl y el Eln, obligadas a salir de sus zonas.
¿Por qué el presidente Gustavo Petro no ha dicho nada sobre esas dos masacres del sábado en la mañana en el Catatumbo? ¿Qué opina el alto gobierno sobre esa alianza Eln-disidencia Farc en el Catatumbo? ¿Por qué se está permitiendo la reagrupación de Los Pelusos en la región?
Ojalá alguien desde la Casa de Nariño o los ministerios de Defensa o del Interior les respondan a los nortesantandereanos, quienes en su totalidad son los que resultan siendo afectados por este nuevo estallido violento, que viene a sumarse a la inseguridad generada por la veintena de bandas criminales, muchas de ellas de carácter transnacional, que manejan el narcotráfico, lavado de activos, la extorsión y otras economías ilegales.
Mientras el silencio desde las altas esferas gubernamentales causa asombro, es urgente que la región insista en que la degradación de la ‘Paz Total’ nos ha llevado a una espiral de incontenible violencia que requiere una urgente reacción del Estado desde todos los órdenes para evitar una gran crisis humanitaria en medio de unos grupos armados organizados cada vez más fuertes y una creciente percepción ciudadana de que la Fuerza Pública está maniatada.
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