Mirando la movilidad de Cúcuta, los colegios situados en el centro y en zonas aledañas, constituyen un elemento que la complica y torna muy difícil en ciertas horas, haciendo que muchos automovilistas prefieran tomar otras rutas, trastornando todavía más la circulación.
Viendo esos ‘trancones centralizados’, llama poderosamente la atención hecho de la absoluta ausencia de las autoridades de Tránsito que para este caso en específico han dejado en manos de la misma ciudanía que resuelvan el problema como ellos puedan.
Pero hay preguntas que se deben hacer y les corresponde a la Secretaría de Tránsito Municipal y a la Policía responder, con acciones más que con palabras.
¿Por qué no disponen al menos dos policías motorizados en los colegios que generan atascos a las horas de entrada y salida de los alumnos?
¿No creen que así como el conductor paga el impuesto del vehículo y los vecinos de los alrededores de las instituciones educativas también contribuyen al fisco, al menos debe de haber una retribución del municipio aliviando esa complicación en la circulación?
Esto no significará dejar desatendida la seguridad en otros sitios de la ciudad, sino por el contrario, los policías podrán ayudar a darle agilidad al tráfico, impedir que haya carros estacionados y procurar que los padres de familia y los conductores de los servicios de transporte escolar agilicen el proceso de dejar o de recoger a los estudiantes.
Una acción de esas lógicamente tiene que considerar una reunión previa con los mismos directivos de los colegios y las asociaciones de padres para indicarles que la cultura ciudadana implica el respeto al derecho a la fluidez del tránsito por parte de los demás usuarios de las calles cercanas a los establecimientos educativos.
Igualmente, esa regulación debe llevar implícita una contundente acción frente a otro asunto que nunca ha tenido arreglo y es el mal estacionamiento, pese a que ahora la oferta de parqueaderos ha mejorado en Cúcuta. Sobre ese particular Fenalco expuso que se evaluaran dos horarios especiales para los colegios y aquí surge que también el comercio haga su esfuerzo y ayude con el ‘parqueo-cero’ en la zona comercial, que es esencial.
Pero en la búsqueda de desactivar definitivamente los cuellos de botella que generan asfixia al tráfico del parque automotor que también ha experimentado un altísimo crecimiento, es requerido el planeamiento a mediano y largo plazo.
Ahí encajaría perfectamente la posibilidad de llevar las instituciones educativas fuera del área céntrica hacia nuevos polos de desarrollo urbanístico en los anillos viales o en otros lugares que se determinen por parte de los técnicos, por ejemplo, con propósitos de múltiple impacto positivo.
Esa discusión técnica, desde el punto de vista de la planeación, debe comenzar a darse porque la realidad nos está demostrando que ahí también no caben solo las restricciones, que terminarán siendo desbordadas por el problema que se busca atajar, sino una amplia deliberación ciudadana para concertar soluciones más adecuadas y confiables.
Lo anterior, igualmente, se enmarca dentro de esa necesidad de dimensionar con planeamiento el crecimiento y desarrollo de la capital de Norte de Santander que requiere la urgente puesta en marcha del plan de movilidad, hoy en deliberación ciudadana, precisamente porque se ha planteado un pico y placa de cuatro dígitos para carros y motos particulares.
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