Amables lectores: El país se está acostumbrando a oír discursos donde se habla de la juventud “Rebelde y luchadora” pero se olvidan que no por “hablar bonito” se van a resolver las demandas de una población, con gran sentido práctico, superior al de la clase dirigente.
Aclaro que la juventud a la que me refiero, que son la mayoría, no pertenecen a la primera línea, a quienes el presidente y ministros se empeñan en defender y los colocan en primera línea o fila para recibir favores del estado. Esta mayoría de jóvenes no desean ser excarcelados porque nunca han estado presos y lo único que solicitan son trabajos formales pero esto solo se consigue en un país con empresas fuertes con nuevas inversiones permanentes que absorben la nueva mano de obra de estos jóvenes.
Se pregunta el columnista Manuel Acevedo: ¿qué hace el Estado y todos nosotros, para que los empresarios sientan confianza y decidan mover sus aparatos productivos en favor de la juventud, que manifestó que el problema que más los aflige en la actualidad es la necesidad de ser empleados, pasando la inseguridad a un segundo plano. También indaga nuestro columnista sobre que se está haciendo para disminuir esta falencia. Si se está preparando a la juventud para cubrir lo más demandado laboralmente. Qué papel está jugando la educación en el entrenamiento a las personas en los oficios requeridos o las instituciones educativas están vendiendo carreras que no son las que la economía está reclamando, y solo buscan el beneficio económico de sus dueños y la posibilidad de empleo a muchos profesionales como profesores, pero sin vocación alguna y menos animados por transmitir algún conocimiento actualizado, que le sirva para el desarrollo y empleo del estudiante.
Es necesario hacer un estudio de mercado, antes de diseñar un programa educativo, que permita formar a los jóvenes en los trabajos que les facilite ser exitosos en los nuevos procesos industriales que evolucionan rápidamente. Se debe conjugar el binomio “educación-empleo.”
El país gasta altas sumas de dinero en la educación superior pero debemos preguntarnos si existe un verdadero costo-beneficio de esta erogación. En mi opinión no se ve el beneficio de esta altísima inversión porque para la juventud su mayor necesidad sigue siendo tener empleo.
Nuestra juventud sí quiere estudiar, para así conseguir una herramienta que le permita encajar en un mercado de trabajo cada vez más competido y que exige una mejor preparación, para poder ser escogido como miembro laboral de cualquier empresa. El alto volumen de solicitudes de admisión en las universidades es un índice fehaciente del deseo de preparación de la juventud. No olvidemos que para tener un futuro económico, nuestro país necesita crear empleo para los jóvenes.