La inseguridad y la violencia al igual que la peligrosidad en el tránsito por las vías urbanas, les acaban de probar a las alcaldías del área metropolitana de Cúcuta, a la Policía y al Gobierno Nacional que la ciudadanía tiene toda la razón al reclamarles que protejan y salven la vida como lo ordenan la Constitución y la ley, porque al desbordarse los casos, la red hospitalaria local está colapsada.
Poniéndolo en términos dramáticos: la medición en litros de sangre perdidos como consecuencia de los hechos violentos y de la accidentalidad de tránsito, nos convirtió en una ‘zona de guerra’, característica de la cual parecemos condenados a no poderla abandonar tan fácilmente.
Tristemente, lo advertido por varias clínicas, y ratificado desde la autoridad de salud departamental, es la materialización de la cruda realidad sobre la presencia de la ciudad en el listado de las más violentas del mundo.
Ya no se trata de unas frías estadísticas sino de un complicado episodio en el que “la grave situación de orden público y de violencia ha sido un factor determinante en el agotamiento de la capacidad instalada de la red hospitalaria pública y privada”, como lo expusiera el director del Instituto Departamental de Salud, Carlos Martínez.
Lo que está sucediendo es de tal dimensión, que solo tiene un punto de comparación con lo que acabamos de sufrir en Norte de Santander a lo largo de la emergencia sanitaria ocasionada por la pandemia del coronavirus.
Vuelven también a la memoria los tiempos de la cruda incursión guerrillera con las incursiones a poblaciones, los atentados dinamiteros en las ciudades, el sicariato y luego la aparición en el escenario de los paramilitares. Lo delicado, es que la historia está tendiendo a repetirse.
En las calles pulula la delincuencia en sus diversas modalidades y trayendo nuevos actores como las bandas multicrimen y organizaciones binacionales que se apoderaron de la frontera para manejar las economías ilegales y afectar a la población.
Volviendo a lo advertido desde el sector prestador del servicio de salud, los comentarios expuestos por los cucuteños de sentirse inseguros y temerosos en las calles y en el transporte público, cobran fuerza y se convierten en mensajes de auxilio para que las autoridades vayan en su salvación, protegiéndolos efectivamente del accionar del hampa.
Como si ya el lado oscuro ya no estuviera suficientemente ensañado en la región, resulta que el asunto de los piques no controlados en los anillos viales y los accidentes automovilísticos y de los motorizados, son también ‘nutrientes’ para la saturación en la demanda de servicios de urgencias, hospitalización y cirugías en las IPS de la región.
Si esto: ‘Violencia y la accidentalidad colapsan la red hospitalaria’, no mueve a las autoridades nacionales, departamentales, municipales, policiales y judiciales, entonces habrá que salir a buscar apoyo para habilitar y montar especies de hospitales de campaña para poder prestarles atención a los heridos por esta oleada violenta y a quienes por enfermedades llegan también a los hospitales y clínicas en busca de curaciones.
¿Qué dirá el Ministerio de Defensa? ¿Qué opinará el comando del Ejército? ¿Cuál será el análisis de la Dirección de la Policía Nacional? ¿Qué plan tendrá el Ministerio del Interior? Ojalá el silencio no sea la respuesta a esta oleada violenta que ya volvió realidad aquello de que no hay cama para tanta gente.
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