Dos masacres en cuestión de horas, serios indicios de la posible reaparición de otro actor armado, el hostigamiento a una base militar y el asesinato de otro soldado, confirma el dramático cuadro sobre la constatación de que la violencia en el Catatumbo volvió a ser inatajable.
Este sábado 5 de octubre ya entra en los anales de la historia del conflicto armado en Norte de Santander, con seis asesinatos en La Playa y Ábrego, en dos de las seis masacres que han ocurrido este año.
En estos casos hay varios elementos perturbadores que finalmente apuntan contra la ya de por sí maltrecha ‘Paz Total’ y la falta de una más fuerte política de seguridad por parte del Gobierno Nacional.
Como todo apunta a que el Eln tuvo participación en ambos hechos sangrientos, en confirmación de que ha retornado a sus acciones violentas, habitantes y gobernantes del Catatumbo, organizaciones de Derechos Humanos y la iglesia han venido insistiendo en que se busque reactivar las negociaciones de paz con esa guerrilla con un nuevo cese del fuego bilateral.
Pero también hay un asunto delicado que los encargados del monitoreo deben verificar, y es que miembros de la disidencia del 33 frente de las Farc, que está en conversaciones de paz, intervinieron en el ataque.
Y para generar mayor preocupación dentro de la volátil situación de inseguridad, ahora el Catatumbo se afrenta a la amenaza de una posible reanimación de la banda de Los Pelusos, dedicada al narcotráfico.
Ese microcosmos violento de un solo día en nuestro departamento, parece darle más la razón a sectores opositores, entre ellos, el senador Miguel Uribe quien le dijo a La Opinión que “Petro se le arrodilló al Eln, a las Farc y al Clan del Golfo y mientras Petro habla de paz esos criminales aprovechan para fortalecerse”.
Los nortesantandereanos reclaman algo más que otro inocuo consejo de seguridad, sino fuertes acciones de gobierno para que el Estado no siga cediéndoles territorio a los violentos ni a las bandas transnacionales del crimen organizado.
A la disidencia de las Farc hay que hacerle una exhortación para que dé muestras reales de que esta vez sí quiere llegar a esa paz a la que en 2016 le dio la espalda y de que no es otra trama para fortalecerse militar y territorialmente.
Con el Eln hay que fijar unos inamovibles en cuanto a cesar definitivamente los ataques contra la infraestructura petrolera que golpea con rudeza al medio ambiente y dejar de lado el secuestro al igual que las hostilidades contra la población civil y que también haya certeza de que el proceso tendrá opciones reales de llegar a un acuerdo.
Las Fuerzas Militares por su parte no pueden perder la capacidad de acción y reacción en los territorios en los cuales debe hacer presencia, junto con la institucionalidad, en todos los rincones para hacer respetar la Constitución y la ley.
Lo cierto es que ni el Catatumbo ni el área metropolitana de Cúcuta merecen la lamentable y riesgosa situación de violencia e inseguridad ciudadana que padecen y por eso hay que insistir y persistir en que la paz, la seguridad y la justicia deben ir de la mano y que por lo tanto negociar con los grupos armados organizados no es una claudicación del Estado y que la Policía, el Ejército, la Fiscalía y la administración de justicia deben velar es por la población civil y las víctimas del incesante conflicto armado.
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