GERARDO RAYNAUD D.
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El servicio telefónico en la ciudad fue uno de los primeros instalados en Colombia, en parte gracias al proceso de reconstrucción que se dio luego de la catástrofe del cataclismo de 1875. Históricamente, Bogotá empezó a prestar el servicio telefónico en 1885 y solamente cinco años después se dio en Cúcuta. A comienzos del siglo XX, el gobierno nacional le concedió la licencia a los esposos Polanco Rodríguez para que explotara el servicio en la ciudad. En los años posteriores fueron extendiendo este servicio a los pueblos aledaños, sin la debida autorización, lo que les ocasionó algunos inconvenientes que pudieron solucionar transitoriamente con la intervención de sus amigos del gobierno. Sin embargo, en 1924, la administración departamental decidió tomar cartas en el asunto y promovió la expedición de una ordenanza que le permitiera asumir la prestación del servicio y luego de convenir el valor de la compra en la suma de sesenta mil pesos ($60.000), la empresa pas manos del departamento, con el nombre de Empresa de Teléfonos del Norte de Santander. Un año después, en 1929, el gobernador Ramón Pérez Hernández inauguró el servicio telefónico para todo el de-partamento y a partir de esa fecha, el servicio fue extendiéndose mediante la construcción líneas físicas, incluso hasta la población de San Antonio del Táchira, operación que en aquella época tuvo un costo de $843.70, toda una fortuna entonces.Con la nueva administración, la empresa de teléfonos comenzó a operar siguiendo los lineamientos de la política y con ella los problemas que fueron apareciendo a medida que pasaba el tiempo, según la voluntad de los gobernantes de turno que no escatimaban es-fuerzos por obtener de ella el mayor beneficio.
Fuera el gobierno liberal o conservador, los problemas eran los mismos, pues cada quien obtenía los beneficios según sus necesidades o los de sus seguidores.
La ‘Telefónica’ como era llamada coloquialmente, fue adscrita originalmente a la sección de rentas de la Secretaría de Hacienda Departamental, desde la cual se administraban sus recursos y producidos, los cuales debían ir a las arcas del fisco del departamento, sin embargo y como suele suceder con las empresas del sector productivo administradas por el gobierno, ésta no rendía lo esperado y por lo tanto, la gobernación tuvo que ingeniarse la manera de volverla rentable.
La compra de la ́telefónica’ coincidió con el ascenso del partido liberal al poder, así que el primer encargado fue de esa filiación y estuvo muy pendiente del cumplimiento del deber de sus funcionarios. En una ocasión, según se lee en las crónicas de entonces, narran cómo don Julio Reyes, a la sazón encargado de la Sección de Rentas que tenía a su cargo la dirección de la empresa, encontró a un grupo de operadoras, unas leyéndose las cartas y otras en pleno besuqueo, desgreñadas y sudorosas, en sus mesas de trabajo; salió hecho una furia, directo a su oficina para expedir las resoluciones sancionatorias que decían, en su parte resolutiva, más o menos así: “(...) sancionar con una multa de 20 centavos a cada una de las señoritas (...) por las graves faltasen que fueron sorprendidas in fraganti, en la mañana de hoy, en el mismo recinto en donde trabajan y en horas de labor. Parágrafo: si estas niñas reinciden en la falta que se les ha sancionado, la multa será llevada por primera vez a 25 centavos y por la segunda vez a 30, y si insisten todavía, serán suspendidas de sus cargos por 12 horas, aunque ganando el sueldo, como una sanción moral.” Quiero aclarar que aunque ‘la suspensión con sueldo’ no parece lógica, la razón es que el personal de operadoras debía estar capacitado previamente y no se disponía de personal idóneo para ejercer dicho cargo. Aún con esos controles la situación no mejoraba y con el pasar del tiempo se agravaba más. Tal vez el colmo de los problemas se presentó en el año 48, desde antes del suceso originado por la muerte de Gaitán, cuando un numeroso grupo de empresarios encabezados por el propietario del Almacén Ancla S.A., solicitó la cancelación del servicio con el argumento que “el teléfono no sirve hoy ni siquiera de adorno en oficinas y casas particulares, sino de estorbo”. Con anterioridad a este problema el gobernador había nombrado una Junta que manejara los hilos de l empresa, quitándole la responsabilidad a la Secretaría de Hacienda. Estuvo integrada por dos personajes de mucha reputación en la ciudad, Víctor Pérez Peñaranda y Domingo Pérez quienes al parecer no se apersonaron de sus funciones, debiendo el gobierno revocar los nombramiento y recuperando el control de la empresa. Durante la época del gobernador militar, el general Matamoros trató de poner en marcha una propuesta que se le hiciera por parte de algunos miembros de la Cámara de Comercio, en el sentido de reunir a los gerentes y apoderados de las principales casas de comercio, entre los que se contaba Nicolás Colmenares, Guillermo Eliseo Suárez, Aristóbulo Verjel, Pedro Felipe Lara, Emilio Gaitán Martín, Arturo Cogollo y Josué Canal Sorzano entre otros, para que conjuntamente con el doctor Rodrigo Peñaranda Yáñez, responsable del manejo de la ‘telefónica’, encontraran una fórmula para salir del embrollo en que se encontraba por los manejos desacertados de la compañía.
Después de un sesudo análisis, el resultado fue plasmado en un escueto documento en el que se exponían dos razones del descalabro al que se había llegado: primero, la inconformidad del experto Eduardo Valdés, quien manejaba todo el entramado técnico y cuya presencia era indispensable para el normal funcionamiento de las operaciones. Este señor no aceptaba la subordinación impuesta por la empresa y prácticamente hacía lo que le venía en gana, sin embargo, profesionalmente estaba muy calificado y por esa razón y “no habiendo más” tenían que aguantarle las pataletas. Segundo, la injerencia política “introducida hasta por las faldas de las operadoras” como decían, pues como recomendadas de los políticos de turno, no mostraban ni educación, ni interés y mucho menos temor a las sanciones, pues ¿quién se mete con una recomendada del doctor...? En conclusión, ningún resultado se obtuvo de esa reunión y los sufridos usuarios tuvieron que seguir aguantándose el mal servicio hasta que ésta fue vendida a Telecom en el año 1970.