En el corazón de Odesa, con su caballete plantado en medio de la encantadora calle peatonal Deribasovskaya y rodeado de sacos de arena, Viktor Oliynik pinta en colores pastel la nueva fisonomía de la ciudad, una joya arquitectónica del sur de Ucrania.
Tanto en Odesa como en Mikolaiv, ciudad que mantiene bloqueado el acceso al ejército ruso 130 km más al este, a los habitantes les resulta difícil reconocer a sus ciudades, desfiguradas por la guerra.
Dando la espalda a algunos de los lugares emblemáticos, como el antiguo hotel Bolshaya Moskovskaya - también conocido como la "Casa de las caras" por las decoraciones de su fachada verde Art Nouveau-, Viktor Oliynik se esfuerza por vivir en esta nueva realidad.
"Estoy acostumbrado a pintar Odesa", explica el artista, con una barba de tres días y con un gorro negro. Pese a todo disfruta de la luz y la tranquilidad del final de la tarde, unas horas antes del toque de queda nocturno.
"Aprovecho esta oportunidad, nunca habría podido imaginar una escena así", prosigue, con un manojo de pinceles en la mano, señalando los obstáculos y las fortificaciones a lo largo de la calle bordeada de un elegante jardín.
"Esta época de caos debe terminar para dar paso a una época de equilibrio", profetiza con acento místico.
Más arriba, en la plaza de la catedral de la Transfiguración, los hombres disputan partidos de dominó, ajedrez o backgammon, imperturbables a pesar de esporádicas alertas aéreas.
Desforestación urbana
Para Vladislav Gaydarji, un voluntario de 25 años, "es muy doloroso" ver su ciudad tan transformada, señaló joven que acudió a entregar ayuda a los hospitales y a las tropas en Mikolaiv.
El voluntario afirma que algunos de sus amigos que abandonaron Odesa al comienzo de la guerra, "no podían creen lo que veían" al regresar un mes más tarde. "Se sorprendieron al descubrir tantas calles bloqueadas por objetos de acero para ralentizar los vehículos", explica.
"Espero que muy pronto, no solo Odesa sino todas las ciudades ucranianas recuperen su belleza bajo la bandera ucraniana", añade.
Mientras que el centro de Mikolaiv, bombardeada durante semanas por el ejército ruso, no muestra muchas huellas visible con excepción de un disparo de misil el martes que impactó la sede de la administración regional dejando 28 muertos según un último balance, la ciudad está muy cambiada.
Desde hace varias semanas, el ruido de las sierras eléctricas resuena en los grandes ejes. Cientos de árboles de gran tamaño son talados en las avenidas y luego cortados en el lugar.
A falta de un anuncio oficial, los habitantes especulan sobre los motivos de esta campaña de deforestación urbana.
Según una florista podría ser para prevenir las alergias estacionales, ensanchar las arterias con fines militares, o bien evitar que las caídas de árboles arranquen los cables eléctricos.
Pero un empleado de los servicios de emergencia, Pavel Katsan, que participa en la tala, asegura conocer la razón. "Cortamos estos árboles para proporcionar leña a los hombres de la defensa territorial", a la que se han unido desde la invasión rusa numerosos voluntarios civiles, explica.
"También sacrificamos una parte en primavera para evitar las alergias", confirma, "pero este año es especial".
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