Un joven artesano espera días enteros la visita del turista al Parque Natural Único Los Estoraques, en La Playa de Belén, para ofrecer sus obras, que son pequeñas réplicas en barro de las columnas de rocas y pedestales formados a capricho del viento y el agua y que dan identidad a ese rincón de Norte de Santander (Colombia).
El artesano sale al paso del visitante como en la prolongación del ritual, después que éste ha recorrido un sendero que serpentea por un laberinto mágico, que no deja de sorprender por las formas, los colores y por la sensación de asistir al principio de los tiempos, cuando reinaban la soledad y el silencio.
Esa bastedad inspira e invita al ensueño y la contemplación, condiciones propias de almas que buscan la armonía con la naturaleza, que quieren atrapar la esencia de las cosas elementales.
Sorprende la presencia de cuevas aún inexploradas, gigantes monolitos con formas abstractas y la tozudez con que las especies vegetales se aferran a un suelo árido, suspendidas en pequeños espacios coronando esas figuras míticas.