En “gabinetología” hay una máxima que no pierde vigencia: los ministros son fusibles que cada tanto deben ser removidos, bien sea por desgaste, necesidad de renovación o incluso, por factores electorales.
El Gobierno de Gustavo Petro no es la excepción: en poco más de dos años, por los diferentes ministerios han desfilado al menos 41 jefes de despacho. Y si bien se trata de una cifra abultada –en los cuatro años de Iván Duque hubo 40 ministros–, la desbandada sigue y promete aumentar.
La confirmación la hizo el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, quien terminó corroborando un rumor cuyo ruido subió de decibeles en las últimas semanas: “Se vienen renuncias y la reorganización del gabinete”, dijo el funcionario, quien sostuvo que las movidas “seguramente” se concretarán en enero “para definir la última recta del Gobierno Nacional”.
De fondo hay un interés común: las elecciones de 2026 y el deseo de quienes buscan aspirar bien sea a la Presidencia o a la lista cerrada petrista al Senado que comienza a tomar forma. Y aunque desde ya hay quienes vaticinan que el presidente Gustavo Petro no esperaría hasta 2025 y tomaría decisiones antes del 31 de diciembre –con todo y que el plazo para no inhabilitarse va hasta marzo–, lo cierto es que en Casa de Nariño parecen estar decantados los nombres de quienes tendrían que dar un paso al costado.
Según fuentes consultadas , los nombres de quienes parecen estar de salida hacen parte de dos bandos estratégicos que le han dado soporte al jefe de Estado: por un lado, su línea dura e irrestricta, los llamados petristas ‘purasangre’. En ese frente sobresalen nombres del calibre de Susana Muhamad (ministra de Ambiente), Guillermo Alfonso Jaramillo (Salud), Daniel Rojas (Educación), Andrés Camacho (Minas y Energía) o Gustavo Bolívar (Prosperidad Social).
De hecho, en una reciente entrevista con El Colombiano, Bolívar –una de las cartas fuertes del petrismo– reconoció que varias encuestas lo muestran como “el más favorecido de todo el progresismo y la izquierda” de cara a la contienda presidencial. Sin embargo, condicionó una eventual aspiración a la decisión de Petro.
“Le voy a preguntar si él quiere que yo lo siga acompañando hasta el final de su Gobierno –que es algo que aceptaría con gusto–, o si él ve que soy el de mayor posibilidades y quiere que yo vaya a la consulta. Cualquier cosa que él diga estaría bien y yo la aceptaría”, manifestó el hoy director.
Aunque tanto Bolívar y Jaramillo suenan como los aspirantes más robustos del petrismo, hay otros con un perfil más parlamentario, como Rojas o Camacho. De hecho, este último podría liderar la campaña de la senadora María José Pizarro, otra de las fichas fuertes del presidente para asegurar continuidad en la Casa de Nariño. De lo que no hay duda es que Muhamad va a ser precandidata, dijo una fuente a este diario.
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“Es inexplicable que alguien que sea ministro se vaya a degradar a ser senador. Es un absoluto despropósito. Se me hace un tanto descabellado”, reclamó un miembro del gabinete.
El otro bando ha sido soporte para la gobernabilidad de Petro, con todo y sus diferencias políticas: los llamados santistas, entre quienes se encuentran el propio Cristo, el ministro TIC, Mauricio Lizcano, y el canciller Luis Gilberto Murillo. De hecho, el primero apareció en una cena navideña con altas figuras políticas liderada por el expresidente Juan Manuel Santos en la noche de este jueves. Allí estaban, entre otros, el procurador electo Gregorio Eljach, el registrador Hernán Penagos y el senador Humberto de la Calle.
“Cristo se va. Hubo desgaste por el hundimiento estrepitoso de la reforma tributaria. Aunque él coronó al tramitar con éxito su reforma al Sistema General de Participaciones (SGP), una plataforma alrededor de la descentralización y el poder regional para sacar adelante su candidatura”, explicó una fuente con asiento en el consejo de ministros.
El caso de Murillo parece más práctico en términos políticos. Ante el chicharrón que implica la eventual participación de Petro en la posesión de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela el 10 de enero –en medio de sendos cuestionamientos por la legitimidad de ese proceso electoral–, el hoy canciller “preferiría dar un paso al costado, evitarse el costo político de esa foto y tomar distancia”, agregó la fuente.
Finalmente, Lizcano daría un paso al costado para darle un empujón directo a su partido político, Gente en Movimiento, de cara a afianzar poderío en el Congreso y abrirse cupo en el próximo gobierno.
En los mentideros políticos hay quienes dicen que, lejos de partir cobijas, tanto petrismo como santismo estarían dispuestos a hacer alianzas con la mirada puesta en 2026. Por ello, la salida de algunos ministros, lejos de ser mal vista por Petro, tendría su espaldarazo.
“El Gobierno no va bien y ese sector santista comienza a tomar distancia. Más con las caídas de reformas y el lastre de impopularidad. Pensando lejos del deseo y las convicciones, lo más viable en segunda vuelta sería alguien santista, un liberal. Será muy difícil que alguien directamente ligado a Petro gane. ¿Por qué? Porque va a heredar sus enemigos, que aumentan cada día.
Además, con nombramientos como Daniel Mendoza, el de Matarife, Petro también pierde con sectores feministas y algunos tibios que se aprovechan de su Gobierno”, agregó una fuente con asiento en el consejo de ministros.
Con todo, el pacto entre santistas y petristas aún no parece claro. Dentro de las propias bases del presidente hay un dejo de desconfianza frente a la lealtad de esos sectores con el presidente. “Podrían terminar en la campaña de (Germán) Vargas Lleras. Así funciona la política tradicional”, alegó uno de los incondicionales del jefe de Estado.
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Adicional a los movimientos en clave electoral, Petro estaría buscando cerrar su mandato de la mano de otros escuderos y aliados irrestrictos, pensando también en sacar réditos para dejar un eventual sucesor. De hecho, uno de sus últimos movimientos ministeriales le abrió paso a varios funcionarios con perfil más activista que técnico. Entre ellos, se destacan –además del propio Bolívar–, Alexander López, que asumió como director del Departamento Nacional de Planeación (DNP) o Daniel Rojas, como ministro de Educación tras su paso por la Sociedad de Activos Especiales (SAE).
La campaña sigue ’biche’ y este nuevo remezón ministerial será apenas el abrebocas de los movimientos y reacomodos que se intensificarán con miras a 2026. Cada sector se juega el todo por el todo para arañar poder.
Con información de El Colombiano*
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