En Cúcuta no hay maestra más esperada por sus alumnos que Ingrid Yadira Tovar Parra. Ella no da clases en un colegio, las ofrece en una cancha polvorienta del barrio Doña Nidia, a donde acude cada 15 días a encontrarse con 125 niños que cuentan las horas y los días para recibirla.
Ella nació en Tunja y lleva diez años viviendo en Cúcuta, ciudad que le abrió las puertas para convertirse en profesional en Contaduría Pública. Hace siete años le dieron empleo en una empresa aseguradora y desde mismo instante también echó a rodar su sueño de servirles a los niños de Cúcuta.
Es algo que lleva en la sangre y que heredó de su mamá, una madre comunitaria del Bienestar Familiar desde hace más de 20 años en Tunja.
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Pero no son los niños acomodados y de familias pudientes a los que le gusta servir Tovar, ella enfatiza que los prefiere de familias pobres, de barrios de casas de tabla y techo de zinc, con piso de tierra, donde no tienen muchas oportunidades de ser felices.
Por eso cuando un amigo suyo la invitó a trabajar con niños en la parroquia del barrio Doña Nidia, la primera condición que puso fue que tenían que ser niños de estratos 1 y 2. Y en este barrio los encontró hace siete años.
Cada quince días tomó la costumbre de visitarlos. El encuentro se produce en la cancha polvorienta del barrio y durante las cuatro horas que permanece en el sitio les enseña manualidades, juega con ellos y comparte onces y hasta regalos que compra con plata de su propio bolsillo.
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Los hermanos Agustín y Carolina, dos niños de ocho y nueve años, respectivamente que viven en la parte baja de este sector, confiesan que esperan con ansias el arribo de Tovar a su barrio, “porque nos enseña cosas bonitas, pintamos, jugamos y nos hace reír mucho”.
La pasión por servir a estos niños se ha mantenido intacta en Tovar en estos últimos siete años, pero su meta va mucho más allá de lo que hasta ahora se ha hecho con estos niños.
Al recordar las condiciones en que la mayoría de los pequeños reciben las clases de manualidades, sentados en el suelo y a la intemperie, ella expresa que un sueño que tiene es poder habilitar un espacio digno, con mesas, sillas, ventiladores y muchos materiales para pintar y hacer manualidades, en el cual puede encontrarse con los pequeños.
Al niño hay que enseñarlo a pescar, no a pedir. Por eso les he inculcado que nada es gratis y que los mejores triunfos y logros son los que se consiguen con esfuerzo, con sacrificio. Eso lo pone en práctica a la hora de darles regalos, porque los mejores son para quienes mejores notas saquen en la escuela.
Esto lo saben los niños y por eso en el barrio se ha generado una competencia sana entre ellos por querer ser los mejores estudiantes.
La relación que ha consolidado con los niños cada vez es más estrecha y sólida. Durante el año, Tovar organiza las celebraciones de cumpleaños, el Día del Niño, La Navidad, entre otros acontecimiento que les permite no solo integrarse con los demás pequeños del barrios, sino con sus propias familias.
No obstante, como cada vez llegan más niños a los encuentros, llegó la hora de tocar otras puertas para que se sumen a esta causa de hacerlos felices. Tovar esta en los preparativos de hacer un bazar y un mercado de las pulgas, y por ello empezó a recoger juguetes y objetos de hogar en buen estado, para venderlos el próximo 26 de julio.
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Para este acontecimiento ya cuenta también con el apoyo de agrupaciones musicales y de empresas de la ciudad que le han tendido la mano para el recaudo de fondos que le servirán para la compra de las mesas y sillas que le hacen falta para las clases.
Pero también para los materiales y para llevarles mercados a las familias de los niños, dijo.
Hay dos cosas que no para de inculcarles Tovar a los niños: No todo en esta vida es gratis, todo tiene un sacrificio.
En este sueño de convertir a los niños en personas de bien, Tovar no admite la intromisión de políticos ni de religiosos a su proyecto. Quienes han intentado cazar votos con las familias de los niños se han llevado una sorpresa. Tampoco combina la religión para imponer condiciones en los niños. Mi única misión es llevarles felicidad, nada más.
Dice que otro de los proyectos con los que sueña es poder crear una escuela de formación musical, lograr que los niños aprendan a tocar un instrumento, porque niño que coge una guitarra, un violín y una flauta, difícilmente agarra un arma.