Por: Altagracia Anzola | altagracia.anzola@laopinion.com.co
Elegancia, glamour y mucha simpatía. La expectativa que invade a los comensales que llegan a Café Arduvi, se encuentra de frente con una enorme dosis de amor, grabado en el anuncio que identifica al restaurante y también en el rostro de sus anfitriones.
Un tímido jovencito abre la puerta de cristal para darles la bienvenida a los visitantes. Su introvertido desempeño se contiene, por una señorita que sale al paso con sus ojos marrones y sonríe dulcemente con un: “Muy buenos días. Bienvenidos a Café Arduvi. Mi nombre es Mónica y en el día de hoy seré su mesera”.
Ella es Mónica Meza, una de las 45 personas en condición de discapacidad que labora en el lugar. Es su primer empleo. Se ve un poco ansiosa ante la cámara, pero con la misma emoción habla de su meta. “mi gran sueño es comprarme una casita algún día”.
La afirmación nace espontáneamente cuando se le invita a conversar, como si la realidad de ser empleada la hiciera sentir capaz. Como si su reciente empleo, revelara su más profundo sentido de anhelo y su esperanza.
Mónica tiene dificultad de aprendizaje. Se graduó como Técnico en Primera Infancia, pero no ha podido ejercerlo. “Siempre me cerraron las puertas cuando quería trabajar. Ahora me siento súper bien”, dice y se emociona nuevamente.
Una inclusión con amor
Café Arduvi, es una novedad en La Riviera, emplea desde el 25 de febrero pasado -fecha en que abrió sus puertas-, a personas con parálisis, Síndrome de Down, discapacidad cognitiva, autistas y con discapacidad auditiva.
Daliana Fuentes, es Licenciada en Educación. No conseguía un lugar de trabajo donde fuera tomada en cuenta y ahora luce con mucha presencia su uniforme. “me gusta porque nos dan la oportunidad de estudiar y trabajar al mismo tiempo”, comenta.
Jonh Anderson, de 22 años, con autismo leve descubrió que lo suyo no era la farmacia. A los 12 años quería ser un profesional en el área. Su madre lo inscribió en un instituto, pero cuando vio aquellas jeringas, cambió de idea.
El octubre pasado, supo que en la zona industrial había una oferta, se postuló y ahora es empleado en una cafetería, con personas que como él se sienten valiosas y aceptadas.
Se sienten “súper alegres”, como dice Fabianny Moreno, otro mesero que se muestra inquieto por ser entrevistado. Su parálisis es poco notoria, aunque esa no es la novedad. Pide tribuna para agradecer a Café Arduvi, por darle “una oportunidad”.
Los clientes -dice- lo han tratado con amor y respeto. “Mi invitación es para que sigan viniendo a conocer este bonito lugar, para que se tomen un delicioso café y ¿por qué no?, una foto con nosotros”.
Los meseros de Café Arduvi, agradecen las fotos, las sonrisas, los afectos. Esa es su mayor propina.