Encumbradas en las montañas de Arboledas, justo en las laderas del páramo Santurbán, las matas de café resaltan en el paisaje del municipio que hoy ocupa el primer lugar en esta producción, con 1.276 fincas cafeteras y más de 1.820 hectáreas cultivadas, según informes de la alcaldía.
La recuperación y avance se deben, principalmente, a la voluntad de los campesinos y las bondades de la tierra, cuya alta productividad hacen de este uno de los negocios más rentables de la región.
Jesús Parada, coordinador de extensión rural de la alcaldía, explica que el municipio siempre ha tenido la tradición caficultora pero no siempre ha sido un éxito.
“Hace años hubo problemas fitosanitarios que hicieron estragos, especialmente en las zonas bajas, y llegamos a tener hasta 300 cargas de café afectadas por roya, y después por broca”, cuenta.
Se estima que se están produciendo entre 20 a 25 cargas por hectárea, cuando hace más de una década, en tiempos de crisis, apenas se obtenían entre 4 y 5 cargas.
Esa crisis duró hasta que llegó la variedad denominada Colombia, resistente a la roya. Con el tiempo llegó la variedad Castillo, llevada por Cenicafé (Centro Nacional de Investigaciones de Café), que se ocupa de estudiar y mejorar la producción en las fincas, la calidad del grano, así como el manejo y la utilización de los productos de la explotación cafetera.
Actualmente, ese es el tipo de café que se produce en la zona, cuya área emblemática está en la finca San Miguel, en la vereda San Onofre, a 1.700 metros sobre el nivel del mar.
Este terreno, abandonado por más de una década por el paso frecuente de las guerrillas y los paramilitares, fue adquirido hace ocho años por la Federación de Cafeteros con el fin de retomar la producción y ayudar a caficultores de otros pueblos.
En ese entonces 50 jóvenes de Sardinata, Arboledas, Salazar de las Palmas, y otros municipios de tradición cafetera, ocuparon una casona que sirvió de hospedaje y con las herramientas adecuadas retiraron los enormes matorrales.
De ese grupo solo quedaron 15 socios, que tienen cerca de 200 mil matas de café y cada año siembran cinco mil nuevas.
Nelson Peña es uno de esos jóvenes que hoy en día tiene, además de una producción tecnificada y una parcela propia en la que intercala café con plátano dominico, familia y casa propia, al igual que varios de sus compañeros.
Recuerda que los primeros días fueron difíciles, porque hubo que quitar muchísima maleza, pero al final valió el esfuerzo.
“A los tres meses ya había café para sembrar, y al año se tuvo la primera cosecha”, afirma satisfecho mientras bajan sus obreros con las cerezas recién cogidas, rumbo a la máquina despulpadora.
Allí, nada se desperdicia y las más aventajadas son las gallinas que ‘pescan’ entre los residuos, mientras se fermenta, lava y seca el grano.
“De cinco kilos de café, del rojo, sale uno seco”, comenta Peña, indicando que si bien las cifras son prodigiosas implican gran compromiso con el cultivo, además de un cuidado especial y permanente, con abono orgánico que sale de la misma finca.
El combustible con el que se enciende la máquina secadora es el cisco del café, que no es más que la cascarilla del mismo; allí se pueden secar hasta 10 mil kilos en 24 horas.
“La tierra, la altura, el manejo que se da, y la tecnificación han sido las claves para que este proyecto tenga éxito”, afirma Parada. “Además, este es uno de los cultivos que tiene mejor salida, porque está garantizado el mercado y los agricultores ven hechos y resultados; eso los motiva mucho”.
Y ha sido tal el impulso que hasta en las fincas vecinas a San Miguel ya empezaron a sembrar en pequeña escala, para ver pronto los frutos de una de las actividades económicas más estables del pueblo.
Otras iniciativas
Además del café que ya se cultiva, Arboledas prevé mantener e incrementar las metas de producción.
Por ello, la alcaldía tiene lista una propuesta de apoyo a 200 jóvenes caficultores, no solo para que se aumente y mantenga el primer puesto en producción, sino para que estos nuevos productores permanezcan en el campo.
Cada uno de ellos podrá sembrar media hectárea, como mínimo, y son, en su mayoría, hijos de los actuales caficultores o de otros cultivadores que prestarán parte de sus terrenos a las nuevas generaciones.
Actualmente están en inscripciones y con los recursos asegurados.
Asimismo, se está promoviendo el cultivo de caña y aguacate, este último también con ambiciosas proyecciones debido a las características físicas de los mismos, cuyo peso mínimo es de 2 kilos.
Este proyecto, según contó Parada, prevé la siembra de 50 hectáreas para 100 agricultores, en una iniciativa de alianzas productivas que también incluye la comercialización.
En materia de caña, se tiene un convenio con el Banco Agrario, el Ministerio de Agricultura y la Secretaría de Desarrollo Económico del departamento para que los cultivadores logren el aval del 20 por ciento de sus créditos; la meta es cultivar hasta 60 hectáreas de caña.
“Arboledas es una despensa productiva, pero es fundamental que se garantice el comercio de cada producto para seguir ofreciendo la mejor calidad a los consumidores de Norte de Santander, y de cada rincón al que lleguen nuestros cultivos”, puntualiza Parada, para quien la clave está en que cada productor sea, además de ello, un gran empresario.