El amanecer en el nuevo Gramalote comenzó con el croar de las ranas y no con la habitual gritería de los gallos y marcó un comienzo distinto al de otras épocas
Casi a las 6 de la mañana, las ranas callaron y les dieron paso a los trinos de los pájaros que viven en el profundo verde de las montañas.
El frío, más notorio que en el viejo pueblo, solo se sintió en la madrugada, pero los pocos habitantes que pernoctaron ni se dieron cuenta, tal vez por la emoción.
Le pasó a Esperanza Cáceres, que pasó su primera noche, feliz, en su casa nueva.
“No me quejo: en Cúcuta mi familia me ayudó mucho, pero añoraba el pueblo, el clima, la gente”, dijo, reencontrada con sus vecinos.
A lo lejos se oían las ruidosas guacharacas del bosque, que también reemplazaron a los gallos.
Mientras César Blanco admiraba los picos de las montañas y los árboles que rodean las casas de interés social, en construcción, Cáceres tomó fotos para enviarle a su hijo que vive en Bogotá, “y ya piensa en vacaciones acá”.
Blanco se encontró con Álvaro Botello, otro vecino, y empezaron a prever qué hacer para resolver la pregunta que les hicieron una y otra vez los periodistas: ¿de qué van a vivir?
Frente al parque principal confirmaron lo previsible: que el turismo es y será el eje del pueblo, pero deben empezar ya.
En la lluvia de ideas surgieron desde cafés, hasta restaurantes; que en cada barrio se tenga una especialidad para vender dulces y ofrecer posadas en las viviendas, elaborar artesanías y tejidos para que los turistas se lleven un recuerdo, e ingeniar la forma de promover la historia y la memoria de la destrucción y la reconstrucción.
“Hay que empezar a actuar desde ahorita, porque el pueblo se va a dinamizar mucho apenas terminen la carretera”, señaló Blanco. “Y eso es en dos meses”.
La reparación
Aún sin gas natural funcionando y con poco para ofrecer, Albertina Rivera fue la de la idea de llevar la primera tienda, que funcionó el fin de semana con venta de tortas, chocolatinas y cervezas.
Le sacó ventaja a la fiesta del retorno. “Estamos recuperando identidad, porque esta celebración va para largo, como antes... Hasta el amanecer”, explicó.
Será solo cuando se sienta más segura y levante un poco la reja del patio que se instalará definitivamente.
“Voy a estar yendo y viniendo, porque veo que esto ya arrancó”, dijo. “En el otro pueblo tenía una corresponsalía bancaria y ya lo estoy gestionando para traerlo”.
Sin embargo no es la única, porque también hay una casa en la que empezaron a vender perros calientes, e incluso uno de los gramaloteros tiene restaurante en una finca, a cinco minutos del casco urbano.
Es Juan Corredor. Como sobrenombre le pusieron Megaproyecto, debido a sus ambiciosas ideas que siempre materializa.
En la finca, además del restaurante que atiende el chef Alejo Gómez, tiene 30 mil matas de pasto vetiver y 25 mil más de limón swingle, variedad con la que espera producir y embellecer el lugar.
Su anhelo es tener un gran complejo turístico, aprovechando las siete hectáreas de tierra que le pertenecen a él y sus hermanos.
Los motivos los tiene: dejar una herencia a sus hijos y a los jóvenes, para que vean que hay grandes negocios allí, para no seguir poblando las ciudades sino sacar partido de un pueblo con todo por hacer.
También, y en esto coincide con sus vecinos, quiere que Gramalote sea el mejor pueblo del país; el más pacífico y productivo, y el centro turístico de Norte de Santander.
“Esto hay que sacarlo adelante, porque hay mucho potencial, y entre todos podemos hacer que Gramalote sea bautizado como el pueblo del sol naciente; el que le va a dar futuro a muchas generaciones”, dijo.
Desde el restaurante divisa la torre de la iglesia del viejo pueblo, y le llega otra idea de negocio en su privilegiado mirador, mientras en el parque, desde hoy, se construye, entre vecinos, el nuevo Gramalote.
Hay transporte para Gramalote
Desde las 5 a.m. y hasta las 5 p.m. estará funcionando el servicio de taxis gramaloteros disponibles para quienes deseen conocer el pueblo que se construye.
Holger Bello, conductor de la cooperativa Transmonguicita, de Gramalote, dijo que los transportadores están disponibles, de domingo a domingo, para llevar a los viajeros. La tarifa en la ruta Cúcuta-Gramalote es de 15 mil pesos.
“Tenemos 12 carros modelo 2017, y cinco de modelos anteriores”, declaró. “Con todos los seguros, buena atención, y esperando que nos apoyen, porque esta es la empresa de los gramaloteros”.