A tres meses del primer traslado de los gramaloteros, con poco menos de 20 familias, hoy ya se cuentan 101 casas habitadas, en las cuales hay 50 propietarios y en las restantes, personas viviendo en arriendo, en su mayoría gramaloteros a la espera de recibir su casa gratuita.
Hasta el momento, están dedicados a la venta de comidas, y destacan que la economía del pueblo se ha diversificado a tal punto, por necesidad o ‘verraquera’, que ya hay carnicería, peluquería, una frutería y venta de helados, y hasta quién venda el chance puerta a puerta.
La reactivación económica, uno de los puntos más cuestionados para garantizar la estabilidad del pueblo y sus habitantes, se convirtió en un proceso de adaptación a las condiciones actuales de un pueblo en construcción, y cuyos obreros son los principales beneficiarios de los servicios.
Para Consuelo Mendoza, antigua propietaria de una casa en La Lomita (el único barrio que quedó en pie, en el casco urbano destruido), aunque estuvo incrédula al principio con el proyecto, confiesa que el cambio es notorio.
“Si uno tiene visión le va bien”, afirma. “A futuro, va a mejorar, porque habrá turismo”.
Reconoce que le dará tristeza el día que tenga que derrumbar los tres locales que tenía en La Lomita para que le entreguen su nueva casa, pero “valdrá la pena, porque acá hay mucha vida por hacer”.
“Yo me vine adelante, y les dije a los vecinos que se trastearan rápido, que para todos alcanza, porque hay muchos obreros”.
Afirma que para la gente del campo la llegada de familias al nuevo Gramalote también ha sido favorable, pues aunque los opositores insistían en que nadie llegaría al pueblo, por falta de vías, ha pasado todo lo contrario.
Según Mendoza, para los campesinos es más fácil ir al nuevo Gramalote que a La Lomita, y es por ello que llegan cada sábado a vender verduras “y todo se les compra”.
Nelly Ojeda, también de La Lomita, va a completar poco más de un mes en el casco urbano, y señala que la transformación es notoria.
“Antes yo tenía trabajo los sábados y domingos, pero ahora me llega todos los días”, dice. “Toca aprovechar el buen momento y seguir dándole vida al pueblo”.
Lo que está pendiente
Aunque los gramaloteros se muestran satisfechos, quedan situaciones urgentes por resolver.
La primera, la instalación del alumbrado público, porque la gente debe, o encerrarse en sus casas, o llevar linterna para ir de un lugar a otro.
Otros, piden visitas médicas con más frecuencia y un corresponsal bancario, pero saben que depende de la seguridad.
En este sentido, se insiste en la pronta llegada de la Policía, a pocas semanas de establecerse en el pueblo, para evitar asaltos o robos, como los que ocurrieron hace semanas en la zona rural.
“Esperamos acompañamiento, sobre todo con la cosecha de café, porque muchos campesinos quedan en riesgo con una banda identificada en la que parece haber gramaloteros aliados con delincuentes”, dijo el alcalde Tarcisio Celis.