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Un modelo único, así funciona el Colegio Temporal para la Paz en Norte de Santander
El departamento se convirtió en pionero con la apertura de este espacio en Colombia, una
alternativa educativa para niños y jóvenes afectados por el conflicto armado en la región.
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Deicy Sifontes
Deicy Sifontes
Domingo, 16 de Febrero de 2025

La vocación de educar en el Catatumbo ha estado marcada por el desafío de llevar formación a una región históricamente afectada por el conflicto armado, el desplazamiento forzado y la falta de infraestructura educativa adecuada.


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Y es que los docentes en esta zona no solo cumplen un rol académico, sino que también actúan como agentes de cambio, brindando a los estudiantes herramientas para la resiliencia, la construcción de paz y el desarrollo social.

Sin embargo, desde hace un mes esta labor se convirtió en un reto mayor porque la guerra que se desató entre el Eln y la disidencia de las Farc obligó a que cientos de docentes y miles de niños y jóvenes, junto con sus familias, tuvieran que salir huyendo de sus territorios en búsqueda de un lugar seguro y Cúcuta los acogió.

Este desplazamiento forzado dejó en evidencia la vulneración del derecho a la educación, lo que encendió las alarmas de las autoridades departamentales, quienes se pusieron manos a la obra para liderar una iniciativa, hasta ahora, única en el país, habilitando el denominado Colegio Temporal para la Paz.


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Una idea gestada desde la Gobernación de Norte de Santander, a través de la Secretaría de Educación, con la que se marcó historia desde el pasado 28 de enero cuando abrió sus puertas en la antigua sede de la Sociedad de Artesanos-Gremios Unidos y que, hasta la fecha, ya ha recibido a más de 300 estudiantes desplazados del Catatumbo.

“El Colegio Temporal para la Paz en Cúcuta se ha convertido en un espacio esencial para la educación de niños, niñas y adolescentes víctimas del conflicto armado. Desde su apertura con 175 estudiantes, la institución ha visto un aumento en llegada de más niños, alcanzando más de 200, pero las cifras varían todos los días”, menciona Óscar Contreras, funcionario de la Secretaría de Educación de Norte de Santander, quien fue asignado como rector del plantel educativo.

Contreras detalla que desde que se iniciaron clases, el número de alumnos no se mantiene igual, porque muchos han sido trasladados a los albergues habilitados por la Alcaldía de Cúcuta y con ellos se inicia otro proceso para definir si van a permanecer en la ciudad o el área metropolitana y poder asignarles directamente un cupo en alguna institución educativa, mientras que, otros han retornado a sus lugares de origen junto con sus familias.


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El primer día recibieron a 175 estudiantes, en otros llegaron a atender a 303 niños y jóvenes y, a corte del 13 de febrero, el reporte fue de 221 menores asistiendo a las aulas.

Se podría evaluar la posibilidad de reasignar docentes según la demanda y permanencia de los estudiantes./ Fotos: Cortesía / La Opinión

 

El rector destaca que uno de los mayores desafíos ha sido ofrecer una atención integral a los estudiantes a través de una metodología lúdico-pedagógica, ya que el objetivo es proporcionar un ambiente seguro y propicio para el aprendizaje, considerando que la mayoría de los estudiantes están albergados en hoteles, lugares por donde a diario pasan los vehículos de 8 rutas de transporte escolar para buscar a los pequeños y llevarlos al colegio en donde permanecen desde las 8:00 de la mañana hasta la 1:00 de la tarde.


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Contreras resalta que el Colegio Temporal para la Paz se ha convertido en un refugio no solo para los estudiantes, sino para los maestros del Catatumbo, quienes también salieron desplazados.

Precisa que el primer día las clases se iniciaron con 35 profesores, pero 17 ya han decidido regresar a los diferentes municipios para retomar sus labores en medio del retorno gradual y progresivo que se está llevando a cabo.

El rector indica que el servicio educativo se ha complementado con la provisión de refrigerios y almuerzos a través del Programa de Alimentación Escolar (PAE), garantizando una alimentación balanceada para los estudiantes.


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Sobre la duración de este modelo educativo, Contreras menciona que no hay un tiempo estimado para su funcionamiento, pero la meta es que las familias puedan retornar a sus municipios y que los niños se reintegren a sus colegios de origen, lo más pronto posible.

No obstante, también señala que la permanencia del colegio dependerá del número de estudiantes registrados y de las directrices de la Secretaría de Educación, pues si el registro desciende significativamente, se tomaría la decisión de reubicar a los alumnos en otras instituciones de Cúcuta y el área metropolitana.

Los niños reciben el PAE todos los días, así como refrigerios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. / Foto: Cortesía / La Opinión

 

Una década de docencia en el corazón del Catatumbo

*Carlos* lleva casi diez años desempeñándose como docente en diversas localidades del Catatumbo, región que, pese a los desafíos y riesgos, le ha permitido formarse como un educador comprometido con su labor, orientando a los menores en el área de tecnología e informática.


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Pero Carlos no es ajeno a las dificultades del contexto. Para él, esta es la primera vez en diez años que ha tenido que enfrentar a una situación tan crítica, dejando en evidencia que el desplazamiento forzado de los docentes y la creación de un colegio temporal en Cúcuta son solo una muestra de la gravedad de la situación en esta zona de Norte de Santander.

Sin embargo, se muestra optimista respecto al futuro y la normalización de las condiciones para que tanto los maestros como los estudiantes puedan regresar a sus hogares y continuar con sus estudios de forma segura.

Con una vasta trayectoria en municipios como Tibú y El Tarra, hoy Carlos se encuentra compartiendo sus conocimientos con los menores del Colegio Temporal para la Paz, pero su testimonio da cuenta de que, aunque la situación en el Catatumbo siempre ha sido compleja, hasta hace poco, pudo desempeñar su labor con relativa tranquilidad. Carlos relata que para salir de El Tarra, tuvo que desplazarse hacia Ocaña en motocicleta debido a la falta de garantías de seguridad.


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A diferencia de otros maestros que salieron en un primer grupo, él lo hizo en una segunda ronda con población civil, en un recorrido más largo, pues no se atrevieron a pasar por Tibú.

“Este espacio temporal ha sido fundamental para los niños que, debido al conflicto, no han podido continuar con sus estudios en la zona del Catatumbo y lo que hemos venido haciendo es que, para garantizar que no se rezaguen en su aprendizaje, se han implementado diagnósticos previos para evaluar el nivel de cada niño y adaptar los contenidos según sus necesidades”.

En su reflexión, Carlos enfatiza que el Colegio Temporal para la Paz, creado para atender a los niños desplazados, juega un papel crucial, no solo en el ámbito académico, sino también en brindarles la oportunidad de aprender sobre nuevas formas de trabajo y vivir experiencias que los preparan para un futuro diferente. “Una iniciativa que ha sido fundamental para garantizar la continuidad educativa en un contexto de emergencia”, resalta.

*Nombre cambiado a petición de la fuente*

Colegio Temporal para la Paz. / Foto: Cortesía

 

El impacto de este espacio en la vida de los niños desplazados

Eddy Contreras Moreno, psicorientadora de la institución y también docente desplazada de Tibú, comenta la importancia del apoyo socioemocional para los estudiantes y sus familias.


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Moreno explica que los niños llegan a la institución con diversas problemáticas emocionales puesto que muchos han sido testigos de violencia o han tenido que huir de sus hogares debido a las amenazas.

“Algunos estudiantes presentan ansiedad, depresión y temor de regresar a sus comunidades. Hay casos de niños que han perdido a sus padres o familiares cercanos y atraviesan duelos mal procesados, lo han visto todo”, describe Moreno.

Una madre de familia le contó que tuvo que abandonar su hogar para proteger a su hija de 12 años, pues se la “estaban endulzando, querían reclutarla”, situación que se repite con otras familias que han decidido no regresar por miedo a represalias.


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Por esto, señala que el Colegio Temporal para la Paz implementa estrategias pedagógicas y psicoemocionales para ayudar a los estudiantes a adaptarse a su nueva realidad y en este sentido, se trabaja en la construcción de proyectos de vida, explorando sus intereses y expectativas sin forzarlos a profundizar en experiencias traumáticas.

Sin embargo, la psicorientadora señala que su rol tiene límites, ya que, aunque es psicóloga, su cargo no le permite realizar intervenciones terapéuticas profundas. Por ello, se ha remitido una lista de niños con necesidades especiales al Instituto Departamental de Salud (IDS), para que reciban atención psicológica especializada. También se cuenta con el apoyo de un docente psicólogo enviado por la Secretaría de Educación para reforzar el acompañamiento.

“Muchos docentes, a pesar del temor, han comenzado a retornar a sus sedes, pero enfrentan riesgos diarios. Yo, por ejemplo, trabajo en una zona rural a 15 minutos de Tibú. Debo pagar transporte en moto y cruzar una base militar donde recientemente hubo un atentado. Es preocupante, pero estamos comprometidos con la educación de estos niños”, asegura la psicorientadora.


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Por otro lado, algunas familias insisten en que las condiciones no son seguras para regresar. “Un padre de familia nos dijo: ‘No tengo nada en Cúcuta, pero prefiero empezar de cero a arriesgar la vida de mis hijos’”, cuenta Moreno.

Moreno sostuvo que es necesario enseñar a los niños sobre sus derechos, pero también sobre el respeto hacia los demás. “Si desde pequeños entendemos la importancia de respetar al otro y de establecer límites sanos, podríamos prevenir situaciones de violencia y conflicto en el futuro”, concluyó.

Por ahora, mientras las condiciones de seguridad en la región siguen siendo inciertas, el Colegio Temporal para la Paz continúa su labor, brindando educación y apoyo socioemocional a los niños que han sido víctimas del desplazamiento. La esperanza sigue siendo el motor que impulsa a docentes, estudiantes y familias a construir un futuro mejor, a pesar de las dificultades.

Colegio Temporal para la Paz. / Foto: Cortesía

 

Así avanza el retorno gradual a las aulas en el Catatumbo

De acuerdo con la Secretaría de Educación de Norte de Santander, de las 954 sedes educativas en el Catatumbo, 903 están prestando el servicio y, de ellas, 796 en presencialidad, 89 en virtualidad y 18 con trabajo hibrido.

“Esto significa que estamos atendiendo a 45.207 menores en los municipios de Convención, Hacarí, El Tarra, San Calixto, Teorama, Tibú, El Carmen, La Playa, Ábrego y Sardinata. La prestación del servicio se está brindando de acuerdo con el contexto, aún tenemos 51 sedes que están sin iniciar por la alteración del orden público”, asegura Laura Cáceres, secretaria de Educación de Norte de Santander.


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En cuanto a la atención de los menores en el Colegio Temporal para la Paz, la funcionaria indica que desde que la institución abrió sus puertas, se les ha garantizado el transporte escolar, alimentación, uniformes y kits para su estudio.

Describe que para los menores ubicados en albergues de Ocaña, desde el jueves 30 de enero se habilitaron 14 aulas en la Institución Educativa Agustina Ferro en la jornada de la tarde y allí se han atendido entre 208 a 300 alumnos.

Con respecto a Tibú, precisa que mediante el apoyo de la Unicef se instalaron dos aulas temporales en las que con docentes itinerantes se está formando a 85 menores, los cuales permanecen los dos albergues del municipio.


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Colegios del Catatumbo. / Foto: Cortesía / La Opinión
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