La luna de miel del presidente Gustavo Petro con la opinión pública duró muy poco. La caída de su aprobación y el repunte del pesimismo –datos revelados en la más reciente encuesta Invamer Poll– sucedieron rápido: solo pasaron 73 días para ponerle punto final al optimismo y la esperanza de las elecciones.
Los datos son contundentes y más para una administración que llegó al poder subida en una ola de aceptación popular que ahora –según el sondeo de octubre– parece ir en declive. La muestra más certera está en 2 datos claves.
En efecto, cuando Invamer le preguntó a la gente si “¿aprueba o desaprueba la forma como Gustavo Petro se está desempeñando en su labor como Presidente de Colombia?” llegó el primer golpe: el 46 por ciento de los consultados respondió que la aprueba, una caída de 10 puntos porcentuales frente a la encuesta anterior, que se publicó el 31 de agosto.
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Y el segundo golpe, tal vez el más certero, está en la senda de pesimismo por la que comenzó a andar el país, la cual se refleja en los resultados en torno a la pregunta “¿cree usted que las cosas en Colombia están mejorando o empeorando?”.
El 64 por ciento de la gente respondió “empeorando”, cifra que se disparó 16 puntos frente a la medición de agosto cuando el 48 por ciento de los encuestados dijo que todo iba por mal camino.
A esto hay que sumarle que solo el 22 por ciento de los consultados contestó que las cosas están “mejorando”, 11 puntos porcentuales menos frente al sondeo de agosto (33%).
¿Por qué el desplome?
En este punto las fechas son claves. La recolección de las 1.200 encuestas personales –según la ficha técnica– se realizó entre el 8 y el 18 de octubre en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga, y tiene un margen de error del 2,83 por ciento.
Y es que en esos 10 días hubo noticias bastante impopulares –y que en algunos casos tocan el bolsillo de la ciudadanía– como la disparada del dólar (este miércoles cerró a $4.819,09) y los mensajes inconexos de varios de los ministros que, según atestiguó el país, parecían trenzados en una disputa por quién generaba más titular de prensa que por delinear una política pública clara.
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En medio de esas coyunturas, el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, terminó apodado el “apaga incendios”, pues refutó al propio presidente Petro cuando este dijo que la subida de tasas de interés del Banco de la República frenaba el crecimiento económico.
Además, les dijo a sus colegas de Minas, Irene Vélez, y de Ambiente, Susana Muhamad, que no estaba descartada la exploración de hidrocarburos como las dos dijeron y que, para cerrar el círculo, los impuestos a las bebidas azucaradas por los que tanto patinó la jefa de la cartera de Salud, Carolina Corcho, no estaban en la reforma tributaria.
La sociedad vio que no hay un mensaje claro desde la Casa de Nariño, que no existe una línea comunicativa clara y que, pese al intento de ajustar tuercas en el retiro espiritual de ministros que se hizo la última semana de septiembre, nada cambió.
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Incluso, Petro quiso acudir a la teoría del “enemigo interno” para palear el malestar creciente entre la gente, pero eso tampoco le funcionó porque hasta su vicepresidenta, Francia Márquez, terminó golpeada en su imagen.
En efecto, la imagen desfavorable de Márquez subió del 18 por ciento que marcó en agosto al 23 por ciento que obtuvo en esta última medición de octubre.
Además, este fin de semana –cuando varios columnistas de prensa criticaron con fuerza el manejo económico y social que Petro le da al país–, el presidente del Congreso, Roy Barreras, su principal alfil en el Capitolio, soltó esta pregunta: “¿Qué dice el equipo de comunicaciones de la Casa de Nariño?”.
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