Al padre Linero ya no le gusta que le digan Padre, prefiere que lo llamen Alberto, tal vez para evitar confusiones. Este hombre que antes de 2018 era uno de los sacerdotes más conocidos (y más queridos) en los medios colombianos, decidió “colgar” la sotana, y hoy, con evidentes cambios en su vida, sigue siendo inspiración para muchos a través de sus conferencias, sus talleres, sus opiniones en radio y sus libros.
En su más reciente libro Espiritualidad para humanos, un camino sublime, que acaba de conseguir una cuarta edición gracias al fenómeno en ventas en que se ha convertido, aborda la “espiritualidad” con desparpajo, de una manera en que muchos puedan entenderlo y aplicarlo. En esta entrevista cuenta cuál fue la crisis que lo hizo renunciar al presbiterado.
Muy provocador su libro en estos tiempos de pospandemia y en estos tiempos difíciles de la gente un poco alejada de la espiritualidad, ¿por qué escribió un libro sobre espiritualidad?
“Yo creo que sin espiritualidad uno no es feliz. Yo creo que la espiritualidad es una necesidad humana para ser feliz”.
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Pero mucha gente entiende la espiritualidad siempre como un tema religioso, y entonces suena como paradójico que usted haya dejado la religión para hablar ahora de espiritualidad.
“Necesitamos diferenciar la religión de la espiritualidad. Con todo respeto, creo que hay mucha gente religiosa que no es espiritual, y conozco mucha gente espiritual que no tiene prácticas religiosas, porque la espiritualidad es la capacidad de trascender, es la capacidad de otear la vida, de ver la vida en lo completo, y que se da a partir de una conexión con lo más profundo de uno, con la intimidad de uno. La espiritualidad es esa capacidad de descubrir las cosas que tienen un valor aunque no tengan un precio, tienen un peso aunque no sean materiales. La espiritualidad tiene que con lo que hacen los poetas, los músicos, los escritores, con lo que hacen aquellos que tienen unas prácticas religiosas y sin eso uno no puede ser feliz. Si uno se deja arrastrar por la corriente de actividades, de compromisos, de cosas que hay que hacer, de platas que hay que conseguir, de deudas que hay que pagar uno no puede ser feliz”.
¿Y cómo se desarrolla esa espiritualidad en una sociedad que hace que la gente esté cada vez más alejada de lo espiritual?
“En la medida en que uno aprende a conectarse con lo más profundo del ser. Yo no soy la ropa que me pongo ni la casa que tengo ni siquiera lo que hago, yo soy más que eso y cuando soy capaz de descubrirlo, de conectarlo, tengo la posibilidad de vivir con conciencia, de estar aquí en el presente, de tener una buena relación con el tiempo, de ser capaz de descubrir que hay propósitos de la vida que van más allá de las metas puntuales que uno establece. Y se desarrolla en la medida en que uno es capaz de desconectarse, de aprovechar la vida, porque uno tiene que gozarse la vida, la tecnología, la comodidad que hoy tenemos, porque no vamos a repudiarla, no vamos a sentirnos mal por eso”.
No se trata de ser un monje ermitaño, perdido en la montaña para desarrollar la espiritualidad...
“No, no tenemos que ser anacoretas, no tenemos que escondernos, lo que necesitamos es ser capaces de gozar esto que tenemos, disfrutar la cotidianidad, pero tener momentos de desconexión para encontrarnos. Se trata de gozar la vida, el mundo, los amigos, las redes, los espacios en los que uno está, pero también ser capaz de desconectarse y meterse en lo profundo de uno para poder tener la vida en completo”.
De pronto es un poco difícil aprender ese concepto de espiritualidad, ¿cómo uno sabe si uno sí está caminando en ese sentido o no?
“Yo creo que eso tiene que ver con indicadores: ¿Usted tiene paz interior o no? ¿Usted tiene fortaleza para enfrentar las dificultades o no? ¿Usted conecta bien con los demás o no? Ahí van tres indicadores y podríamos establecer más, pero esos tres son muy sencillos y te pueden ayudar a evaluar cómo está tu experiencia espiritual, porque si tú no tienes paz interior, pues no hay una mirada espiritual. Si no conectas bien con los otros, no tienes una mirada espiritual. Si tú no tienes fortaleza ante las dificultades, no eres espiritual. Creo que la señora que hace el rosario, que yo también lo hago, o que va a la celebración de la Eucaristía, que yo también voy, o la señora que hace yoga o la que hace mandalas son espirituales en la medida en que sienten que su vida tiene sentido y que gozan ser lo que son. Si viven insatisfechos, si viven amargados, en conflictos constantes, pues entonces habría que preguntarse si algo está fallando en la práctica espiritual”.
Pero entonces depende un poco de ese tipo de prácticas, por ejemplo, que uno desarrolle alguna práctica y se sienta tranquilo y sienta paz espiritual ahí, o depende de otras cosas...
“El otro día le escuché a Kenji decir que el que quiera ser exitoso que aprenda a lavar la loza. Él lo decía por el cuidado, por la concentración y yo creo que cualquiera práctica que te permita conectar contigo mismo, que va desde lo más trascendental hasta lo más ordinario cotidiano de la vida te conecta. Si tú barres, como por salir del paso y rapidito, yo no creo que esa sea una práctica que te conecte contigo mismo. Si tú pintas y haces mamarrachos rápido por salir, no. A mí particularmente me ayuda mucho la contemplación. Yo nací frente al mar y el mar tiene un poder mágico conmigo”.
Contemplar es que se queda mirando por minutos largos el mar...
“Tratar de que el mar se meta en mi mente”
¿Eso es una suerte de meditación, una manera de meditar?
“Y de orar y ahí doy gracias por eso. Por ejemplo, a mí me conecta mucho agradecer, sentarme y darme cuenta que soy un tipo bendecido, que soy un ser humano el que le va bien en medio de todas las situaciones y comenzar a agradecer, eso me hace tomar conciencia de mi vida. Eso es lo que trato de plasmar en el texto, que desarrollemos habilidades espirituales. Así como hoy nos están hablando de habilidades socioemocionales tan importantes, yo quiero insistir en que hay necesidad de encontrar habilidades espirituales. Es más, si yo volviera a ejercer el ministerio presbiteral, yo evitaría dar catequesis y buscaría que los niños y los jóvenes desarrollaran habilidades espirituales”.
¿Y las personas cómo pueden tener habilidades espirituales?, ¿qué les sugiere?
“Agradecer, vivir en actitud de agradecimiento. Las carencias tienen mucha fuerza y hacen que uno se enfoque en ellas, pero también uno tiene una cantidad de situaciones alrededor que vale la pena agradecer”.
A veces la gente agradece por lo que está acostumbrado a agradecer, pero no lo hace por una cantidad de detalles de la vida que tal vez pasan por el lado y también lo ameritan, es más, buscar motivos para agradecer es un ejercicio...
“Claro, porque te genera la capacidad de encontrar cosas buenas en tu vida. Te genera el entender que tú no todo lo mereces —por ejemplo, tu amistad no la merezco, es un regalo que tú me das. El amor que me tienen algunas personas es un regalo que me dan— y por último aprendí a descubrir que más importante que el don es el donante. O sea, más importante que el regalo que tengo es la persona que me lo dio”.
En esto de la gratitud y en estos tiempos modernos, hay una suerte de generación de jóvenes que muchos dicen que se sienten merecedores de todo, ¿será que falta mucho de agradecimiento permanente en esta generación?, ¿cómo analiza usted la generación de jóvenes y de adolescentes muy implicados en la tecnología a la luz de su libro?
“Voy a decir algo que puede sonar extraño. Yo creo que el error de los papás es que quieren que sus hijos no tengan las necesidades que ellos tuvieron. Y bueno, está bien, pero tiene que pasar por algunas necesidades. Cuando el ser humano lo tiene todo y tan rápido como las redes nos lo enseñan, tan cómodo como nos lo enseña la tecnología, tan fácil como algunas veces se tiene, uno tiende a no valorar las cosas. Entonces, yo sí creo que para poder tener una buena experiencia espiritual necesitamos entender que los seres humanos no lo tenemos todo y que no tenerlo todo no es una desgracia. Si un hijo que hoy no tiene un celular, no tiene, cuál es el lío, no se acaba el mundo. Solo aprendemos a agradecer si somos capaces de descubrir el valor de la carencia. Solo así podremos ser espirituales, si somos capaces de encontrar que las cosas son un regalo, que son un don. Que nuestros jóvenes sepan que lo que tienen son un regalo, pero que lo más importante que el regalo son las personas que están a su alrededor”.
Este libro usted lo escribe como cinco o seis años después de haberse retirado del sacerdocio. ¿A esta altura tiene algo que ver con su retiro o más bien tiene que ver con lo que ha sido siempre su camino, tanto como sacerdote como ahora por fuera del sacerdocio, la espiritualidad?
“Yo no he dejado de ser sacerdote, yo no ejerzo el presbiterado, pero yo sigo siendo presbítero. Yo entre a los 16 años y estuve 33 años, o sea, salí a los 49. Es la vida, toda. Yo no entiendo mi vida si no es desde el servicio, si no es desde la relación con Dios, si no es desde las prácticas espirituales. El libro es expresión de lo que yo soy, un ser que busca ser espiritual. A veces lo logro, a veces no tanto. El libro va en coherencia con mi vida”.
Usted antes era espiritual con Sotana y ahora es espiritual con bluejean...
“Claro y el libro nace porque yo creo, y esto puede ocasionarle algún problema a algún religioso, y lo digo con respeto porque yo amo a la Iglesia Católica y amo el Cristianismo, pero nosotros tenemos que abrir el ojo. Si nosotros no propiciamos una espiritualidad que responda a las dificultades, a los desafíos y a las preguntas que los hombres y mujeres de hoy tienen, nosotros vamos a quedar anacrónicos. El libro es como mi aporte (...) ya no vivimos en la época de la imposición. A mí me llevaban a misa porque teníamos que ir a misa. Mi sobrinos, si tú no les das 35 argumentos, no van. Por eso el libro también responde a un intento mío por hacer la espiritualidad más cercana, más amplia a todas las personas. El primer capítulo muestra mi crisis en la fe. Comencé a tener problemas cuando, por ejemplo, las misas no eran alegres y yo hacía una misa muy alegre y recuerdo que una señora realmente ofendida me dijo ‘nada tan alegre puede ser sagrado’ y yo ese día entré en crisis. Después otra crisis cuando un muchacho homosexual fue a conversar conmigo y sentí tanto dolor en su opción y causada por la predicación de nosotros”.
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Es como una espiritualidad que a veces uno la ve como del medioevo...
“Y tristemente no es la religión de Jesús, no es la espiritualidad de Jesús. Si ese es el modelo de espiritualidad, Jesús fue el menos espiritual. A Jesús lo acusaron de borracho y comelón. Jesús era un gocetas. Jesús estaba siempre en fiesta. Jesús estaba siempre comiendo. Y si quieres comparas a Juan Bautista y a Jesús. A mí me parece que los cristianos de hoy se parecen más a Juan Bautista, que era anacoreta, que hablaba de la penitencia, del pecado, que Jesús de Nazaret que estaba con la gente, que se juntaba con los que nadie quería juntarse, que tenía una respuesta para los que nadie quería atender. Esa es la espiritualidad que necesitamos y es de la que el texto habla y apunta a temas muy puntuales: trato de resolver el mal, trabajo temas como la alegría”.
Es como una espiritualidad hipercaribe...
“Hiperhumana, pero claro, yo soy caribe y sin duda tiene que ver con eso, pero tiene que ser con la esperanza. En estos días en Medellín fui a una conversación con la fundación Te Creo y un muchacho, Daniel, me hizo una pregunta linda, que me gustó, me dijo, ‘¿usted no cree que es irresponsable decirle a la gente todos los días que todo va a estar bien? Pero yo creo eso, que cuando uno es espiritual y desarrolla su espiritualidad, hasta lo que parece una desgracia, termina teniendo alguna lección de vida, termina teniendo algún crecimiento. Entonces uno tiene que tener esperanza”.
¿Cómo es esa diferencia de públicos de cuando era sacerdote a los de hoy, o siguen siendo los mismos?
“Afortunadamente, eso ahora ya se puede medir y en un 75 % siguen siendo los mismos. Hay un 25 % que me abandonó, que me dejó y que de vez en cuando me dice cosas duras. Y ese 25 % ha sido reemplazado por gente que viene de otros lugares, de otros espacios. Pero en principio el grueso sigue siendo el mismo. Eso está medido Alci hace un trabajo muy serio en eso”.
Alci es su compañera...
“Alci es mi esposa o yo soy el esposo de ella. Es una una persona que adoro y con la que construyo la vida hoy y que me aportan este camino. También ella cree que el sentido de la vida es servir a los otros”.
¿Cuántos libros lleva?
“He sido un tipo que ha escrito mucho. Durante mi vida de presbítero escribí mucho porque era muy serio en hacer las predicaciones, cada predicación terminaba volviéndose un folleto. Y con Planeta ahora, este es como el octavo”.
¿Y cómo le ha ido a este libro?
“Es best seller, ya está en la cuarta edición, es uno de los libros más vendidos de no ficción”.
¿En algún momento se ha arrepentido de haberse retirado del sacerdocio?
“Yo he sido un tipo feliz, yo fui un cura feliz, yo disfruté el ministerio, yo me gocé cada misa que celebré, cada confesión que hice, yo visité todos los países de habla hispana predicando, anunciando a Jesucristo, estuve frente a estadios en un pentecostés de minuto de Dios, estuve en predicando en Brasil y me fue muy bien, es decir, yo fui un cura feliz. Hubo un quiebre, hubo unos relatos que ya no me definían, y ahora soy Alberto Linero. Feliz. Yo no extraño nada. Hoy tengo problemas distintos (...) El libro ha tenido una gran acogida y eso me hace feliz y además de eso las conferencias se llenan. Yo he sentido que Dios me ha confirmado mi decisión, yo me siento bendecido por él y por eso me atrevo a hablarle de espiritualidad a la gente. Necesitamos propiciar experiencias espirituales”.
Tomado de El Colombiano
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