El respaldo al chavismo podría estar terminando, esta es la conclusión a la que se llega luego de analizar los hechos ocurridos en las últimas semanas en el panorama internacional del espectro venezolano.
La imposición de sanciones a la petrolera Pdvsa por parte de Estados Unidos, que entre otras cosas incluye la retención de las ganancias de Citgo (Unidad de Pdvsa con sede en Houston) en cuentas bloqueadas y la incapacidad de enviar a Venezuela los insumos necesarios para procesar el crudo, es definitivamente el golpe más duro que ha tenido que enfrentar el gobierno de Nicolás Maduro.
Las sanciones no sólo afectan la economía y disponibilidad de gasolina en Venezuela, sino que hacen tambalear las dinámicas geopolíticas que le rodean: sus más grandes aliados ya no están seguros de seguir apoyándole. Por ahora no ha habido cambios con Turquía, pero de Rusia y China ya se puede empezar a hablar.
Si bien China, Rusia y Venezuela comparten la doctrina de que el Estado debe tener la última palabra sobre las decisiones del destino de la Nación, y no los ciudadanos, este aspecto en común es insuficiente para sostener una relación diplomática que ha venido determinada más por la geopolítica que por la ideología.
Las razones del apoyo de estos dos grandes asiáticos al régimen del país suramericano están fundamentadas en negocios, específicamente por el petróleo y las armas.
Ni a China ni a Rusia les ha importado nunca la situación humanitaria en Venezuela o las especificidades del manejo del gobierno al interior del país: únicamente la influencia que pueden ejercer en Suramérica y el acceso preferente al mercado petrolero.
El apoyo de China y Rusia al régimen de Maduro no es incondicional ni radica en su afinidad ideológica, sino en aspectos económicos y de influencia política.
China ya empezó: Ha reducido en un 70% las inversiones en Venezuela, teniendo en cuenta la falta de capacidad de pago y reembolso de la deuda del país suramericano con la potencia asiática, que asciende a más de 60.000 millones de dólares.
En los últimos 3 años, China pasó de invertir 2.000 millones de dólares al año a 600.
Y en Rusia se va debilitando el compromiso con Maduro: La empresa Lukoil anunció que bloqueará sus contratos con Pdvsa, deteniendo el suministro de un producto necesario para la refinación del crudo, para evitar incurrir en millonarias pérdidas. Además, la incertidumbre por la deuda externa de Venezuela crece y otras empresas del mismo sector se están contagiando del temor a verse afectadas económicamente, por lo que han congelado sus relaciones con Pdvsa.
Cuando hablo de la retirada de apoyo no quiere decir una ruptura de relaciones políticas entre Putin y Maduro, quienes son cada vez más cercanos, como se pudo comprobar en las últimas semanas con el envío de 400 mercenarios a territorio venezolano, sino un debilitamiento de las alianzas económicas.
El peso de la deuda empieza a sentirlo Venezuela y sus más cercanos aliados lo resienten. A pesar de que Nicolás Maduro ha concentrado los esfuerzos en cumplir con la deuda externa en vez de atender la crisis humanitaria que se vive en los 23 estados de la república, las fuentes de financiación del régimen chavista se hacen cada vez más pequeñas y la maquinaria propagandística ya no es suficiente para sustentar el gobierno.
A esto hay que añadir que está ocurriendo algo nunca antes visto: Estados Unidos está sacrificando la estabilidad del mercado petrolero para incidir en la transformación política de Venezuela, sin maniobras militares ni intervenciones directas. Al fin se está poniendo en práctica la única herramienta legítima de presión al gobierno de Nicolás Maduro: el enclaustro económico. Es evidente que el caso de Venezuela se aleja a la experiencia siria o libia porque no se están orquestando golpes de Estado ni intromisiones bélicas al país suramericano.
Parece ser que ni las calles ni la geopolítica son del chavismo actualmente: Las alianzas se hacen más débiles, los negocios peligran y la disponibilidad de dinero se hace cada vez menor. Un panorama difícil de superar a pesar de contar con una fuerte afinidad ideológica. ¿Será el fin del régimen?