En el caso que presencié, de un marihuanero arrojando un vaso plástico en la calle, el que me alegó que estábamos en Cúcuta y no en Estados Unidos o Bogotá, el Nuevo Código Nacional de Policía y Convivencia se habría aplicado en dos sentidos respecto al pobre joven enviciado: para llevarlo a un centro de atención en drogadicción, y para hacerle una amonestación por arrojar desechos en la vía pública.
El Nuevo Código de Policía, tan extenso – de 243 artículos - como la pregunta única del plebiscito del 2 de octubre del año pasado, contenida en 297 páginas, abarca los hábitos más conocidos que no se deben realizar si queremos vivir en convivencia, seguridad y armonía con el entorno.
El código permite vender animales domésticos y mascotas en la calle en ciudades menores de 100.000 habitantes. De modo que si usted quiere comprar un lindo perrito o un gatito sin que le saquen multa al vendedor, debe hacerlo en Ocaña, Pamplona, El Zulia, o San Calixto, por ejemplo.
En otras épocas hubo en los pueblos el coso municipal. Pues el nuevo código lo revive. Allí deben ir a parar los animales y los objetos abandonados.
También se revive la multa para los que se defecan y orinan al aire libre (artículo 140, numeral 11). Y digo que lo reviven, porque recuerdan los más viejos a un alcalde de cierto municipio nuestro que dictó un decreto por el que se imponía la multa de un peso para quien cometiera semejante cochinada. Un borracho, muy consciente de su falta, se anticipó a pagar la multa y puso junto a su pestilente gracia, un billete de a peso debajo de una piedra.
Los gobernantes se quejan de los pocos recaudos necesarios para la atención a tantas obras y servicios. Pues ahí tienen, en el Nuevo Código Nacional de Policía, una mina inagotable. Con multas pueden llenar hasta rebosarse las arcas oficiales. Pero como la corrupción asecha y no hay vigilancia que funcione – ni Contraloría, ni Procuraduría ni Fiscalía - lo aconsejable es que una Veeduría Ciudadana supervise cuanto ingresa de multas y el destino de dicho dinero. La cuenta en el banco, abierta al efecto, debe ser seguida por cualquier ciudadano.
Aquí va una mínima muestra de los comportamientos que serán las delicias de la Policía aplicando la ley y de las administraciones cobrando multas sin parar:
No recoger la caca del perro de la vía pública, y permitir que los caninos destrocen las bolsas de basura. No tener baños en los negocios (artículo 88). Vender comestibles en la calle. Servir de acomodador de vehículos sin licencia alguna. Engañar con hierbas y menjurjes. Arrojar cualquier cosa al río. Lavar el carro en la calle. Colocar lazos, cadenas, muros, materos, árboles, conos y cualquier otro obstáculo en los andenes como si estos fueran propiedad privada (artículo 135, numeral 13); ubicar, en los mismos, postes, dejar escombros y estacionar automóviles y motos, y ocupar sin autorización el espacio público. (En nuestra urbe tales conductas anticívicas las practican ricos y pobres. Y esto de tomar los andenes de garaje sí que va dar billones de pesos en multas).
La pregunta del millón: En Cúcuta, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Qué funcionarios tienen las agallas para hacer cumplir el Código de Policía en toda la ciudad, o, nada más, para despejar el centro?