A todo cuanto se haya hecho en términos positivos en 2024 hay que agregarle nuevas ejecutorias con mayor proyección. Es la superación de lo que ya se ha emprendido, en la perspectiva de garantizar para la vida las necesarias satisfacciones.
Este propósito debe asumirse con ánimo solidario en función colectiva, libre de egoísmos y dejando atrás la brecha de la desigualdad preservada en Colombia por quienes han explotado el poder en función de intereses excluyentes, sin importarles las condiciones de adversidad a que ha estado condenada la mayoría de la comunidad nacional.
Desde luego que la posibilidad de poner al país en un nuevo rumbo, con predominio de la democracia e igualdad de posibilidades para todos, tiene férrea resistencia en los protectores del statu quo, los que consideran como desatino cualquier cambio en beneficio de los desprotegidos. Con la recurrente descalificación de toda iniciativa de ese alcance han fortalecido una barrera de atraso. Y para defenderla acuden a la estigmatización de quienes se alinean con ese ideal y lo asumen.
Se acude a la narrativa de la distorsión fermentada en la mentira, a la propaganda con fines intimidatorios. Es la profusión de lo que genere daño al anhelo popular de liberarse de tantos suplicios cotidianos.
Los indicadores positivos con que termina 2024, como la reducción de la pobreza, la caída de la inflación, el repunte del empleo y el avance en la entrega de tierras a los campesinos, deben fortalecerse. También hay que seguir sin pausa en el desmonte de los carruseles de la corrupción hasta borrarlos donde quiera que estén.
Y ese mismo énfasis de saneamiento debe aplicarse a todos los negocios ilegales, entre los cuales predominan la minería y la tala de bosques, manejados por mafias trasnacionales. Se trata de una fuente de riqueza envilecida.
Las acciones oficiales que se emprendan en defensa del patrimonio común requiere de la sustentación militante del pueblo. No es el ataque a mansalva, no es el vandalismo, ni el bloqueo arbitrario, ni el desorden anarquista. Es la causa del bienestar general que aporte entendimiento y sea savia para la paz y la convivencia.
El inventario de los males extendidos en Colombia no es de menor cuantía. Es la suma de una acumulación consentida. Su magnitud está reconocida, tanto como la perturbación que genera. Lo logrado en 2024 puede ser todavía mínimo, pero no hay que bajar la guardia.
Perseverar en los objetivos de infundirle a la nación las dinámicas que le den fortaleza tiene que ser una meta con participación de quienes entienden que su identidad se construye con el aporte de los ciudadanos comprometidos con la solidez de su soberanía y esta se mide por los aciertos positivos que se den.
La bienvenida al año 2025 debe comprender una visión despejada de Colombia en el sentido de abrirles espacios al desarrollo de las prioridades que le infundan la mayor solvencia a la existencia de quienes habitan la nación. La paz debe estar entre los frutos de cosecha esperada.
Puntada
Deseo para todos un 2025 libre de los males que han asediado a Colombia durante tanto tiempo.
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