Hace al menos diez años que oímos hablar de Gustavo Petro en los medios de comunicación. Todo lo que dice se publica, así sea contraevidente, absurdo o ridículo.
Esta estrategia arrancó como algo permanente al final del primer período de Juan Manuel Santos, cuando éste mostró su verdadero perfil, graduando de enemigo a Álvaro Uribe y comprometiéndose a la “pacificación” con las farc. El giro de Santos vino acompañado de la idea que había que impulsar una presidencia de izquierda para proteger su acuerdo con las farc y el candidato obvio era Gustavo Petro, que acompañó a Santos en su campaña a la reelección.
La mermelada de Santos se encargó de volver a los periodistas activistas y estos se dedicaron a tener vigente a Gustavo Petro. La revista Semana de Felipe López y Alejandro Santos era el mascarón de proa de esta estrategia. Después vinieron nuevas estrategias: capturar la academia vinculando académicos al gobierno, como Alejandro Gaviria, para que después volvieran a la academia e impulsaran el progresismo como avanzada intelectual.
Una manera de proteger la imagen de Petro era que cada vez que se dijera algo malo de Petro, se contestara con una referencia mala a Álvaro Uribe, así fuera falsa. Lo que se profundizó en la campaña que llevó a Petro a la presidencia, creando el falso centro con la consigna “ni Petro ni Uribe”, que buscaba quitarle votos a la derecha. Los candidatos del famoso centro terminaron todos donde Petro, que era lo que en realidad se quería lograr.
Santos pensó que Petro presidente podía ser manejable, pero resultó que Gustavo Petro es tal vez el político que más se parece a Juan Manuel Santos en su egolatría, sus pocas ataduras morales y su capacidad de traicionar. Santos traicionó a Uribe quien lo llevó a la presidencia y podría decirse que, en un acto de justicia política, Petro traicionó Santos quien tanto hizo para que fuera presidente.
El problema es que seguimos poniendo a Petro de la discusión política, con algo de necesidad ahora que es presidente. Hace poco escribí una columna que titule discípulos de Goebbels donde registre la estrategia del propagandista nazi para llegar y mantenerse en el poder, entre las cuales figuran mentir, mentir, mentir, endilgarle a los enemigos nuestros pecados (llamando corruptos a los otros viviendo en un mar de corrupción) y, sobre todo, crear noticias permanentes que desvíen la atención de lo importante, además de garantizarle permanente figuración.
A cada escándalo de corrupción, sea el de Nicolás Petro, el de Benedetti y Laura Saravia o el de la UNGRD, salen noticias como la Constituyente o el cambio de la regla fiscal, que necesitan un adecuado tramite, pero que cambia el foco del nido de corrupción. El antídoto es empezar a ignorar las “petradas” y solo dar noticias cuando sean hechos y no amenazas, discursos activistas o bravuconadas. Concentrarse en destapar la corrupción estructural que significa un estado cada vez más grande e intrusivo, destapar la estrategia de que ahora la mermelada que Santos tan generosamente repartió, se haga omnipresente, para capturar el Congreso y otros órganos públicos y no dar más cabida a los golpes de opinión del gobierno Petro, permitirá que la estrategia de Santos pierda fuerza y el país se enfoque en ver las opciones regionales que varios gobernadores y alcaldes democráticos intentan hacer, que mostraran la importancia del camino de la descentralización y de reversar la recentralización que se viene haciendo desde Cesar Gaviria y, claro, alcanzó su mayor cota en el gobierno Santos.
Quitarle el micrófono a Gustavo Petro hará que el karaoke no se vuelva coro del personaje. Y si lo piensan bien , muy pocas cosas de las que dice Petro justifican una discusión. Y ojo pelao, empiezan a salir camaleones desde el santismo y los verdes, ahora con nuevo discurso. Claudia López buscara pasar de adalid anticorrupción a la Bukele colombiana. Ojo con nuevos “truquitos”.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion