Mi querida bruja:
Sé que existes ahí, que sigues existiendo, y que me sigues echando vaina. Conozco tus graznidos, que ya van siendo muy opacos y conozco tus vuelos lentos y cansados. Pero déjame decirte una cosa: Ya no te tengo miedo y hasta me río de tus vanos intentos por asustarme.
Ya estás como yo: achacada, desilusionada de la vida y sin muchos deseos de seguir volando. Pero sigues volando, y eso me gusta. También en eso nos parecemos. A pesar de los pesares seguimos en la brega, en busca de algo que no sabemos qué será.
Te compadezco, bruja querida. No ha sido fácil tu vida. Seguramente cuando estabas aprendiendo a montar en la escoba, te diste tus porrazos, como me los di yo aprendiendo a montar a caballo. A mis siete años me tumbó una mula pajarera, que yo montaba en pelo, y me partí un brazo. El ortopedista del pueblo, un carpintero que hacía mesas y taburetes, me ajustó unas tablillas, pero tal vez quedaron mal ajustadas, porque el brazo me quedó chueco y con algunas falencias: no puedo santiguarme bien ni abrazar fuerte. Como uno es terco en la vida, seguí montando en pelo, aunque teniéndome bien y ajustando mejor las piernas. A esta edad, después de tantos golpes que uno recibe en la vida, monto muy poco, pero cuando lo hago, trato de no dejarme caer.
Como en el fondo te aprecio, déjame darte algunos consejos. Yo sé que tu maldito orgullo no te deja recibir consejos de nadie, eso dices, pero yo sigo insistiendo. “Quien no recibe consejo, no llega a viejo”, decían las gentes de antes. Mi nono Cleto Ardila murió de 105 años y mi mamá, de 95. Tal vez recibían consejos.
Adáptate a los tiempos modernos. Si te quedas viviendo en el pasado, la nostalgia te embarga y los adelantos de la ciencia te apabullan. Yo tuve que cambiar mi viejita y querida máquina de escribir, por el computador. Y ya voy en un portátil. Tú, en cambio, sigues volando en tu escoba, desflecada y débil como tú. En estos tiempos en que el hombre va a la luna y los científicos preparan hoteles para vivir en el espacio, es obligación tuya y de tus congéneres, idear otro medio de transporte. Las escobas ya no vuelan, convéncete de eso.
Cuando yo era niño, todas las tardes, a la hora en que empiezan las sombras, pasaba por encima de la casa una bruja. Se escuchaban sus risas y el aleteo de la escoba. Mi mamá salía al patio y le gritaba fuerte: “Bruja, vení mañana por sal”. “¿Por qué le grita eso?”, le preguntaba yo asustado. “Eso es un conjuro. Las brujas necesitan mucha sal para volar, y la mujer que mañana venga a que le regalemos un poco de sal, esa es la bruja”. Nadie vino por sal, pero por siaca, te aconsejo que le mermes a la sal.
Cuida tu facha. Arréglate la nariz, cuida tu sonrisa y no te dejes engordar. Conozco algunas aprendices de brujas barrigonas, que cambiaron su escoba por moto, y aun así no dan pie con bola. Visita el salón de belleza, échate colorete y púlete esas uñas.
Las brujas se dejaron quitar su día. El 31 es de los niños y y ahora el domingo 29 son elecciones. La vaina cada día está más peluda. Sal a votar, pero no hables de cambio, porque la palabreja anda muy desprestigiada por culpa del presidente Petro. Y hasta te perdono que seas bruja, pero no petrista.
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