Con lo que está sucediendo por estos días en Colombia, en Cúcuta y mucho del Norte de Santander, recuerda un episodio que sucedió en 1.924 en Chicago, cuando un niño de apenas 14 años salía de su escuela para su casa, caminaba feliz con una raqueta de tenis que el día anterior le había comprado su padre.
Cuando el niño Bobby Franks estaba a unos pocos metros de su casa, un vehículo en el que iban dos hombres se aproxima, los ocupantes que el niño conocía le abren las puertas, invitan a Bobby a subirse y seguidamente procedieron a matarlo.
Por esos años Chicago libraba una guerra contra las mafias y por ello había muertos todos los días. La gente tenía miedo, algo así como hoy en día sucede en Colombia y mucho en la región.
Lo que vino a saberse más tarde con el asesinato de Bobby fue indignante, una vez fueron capturados los homicidas y llevados a un Tribunal, y confesaron que habían matado al niño “Por placer”.
No sé si en Colombia y en Cúcuta haya asesinatos por “el placer de matar”, pero por mi ejercicio profesional, en el mes de noviembre pasado tuve ocasión de escuchar la versión en la fiscalía de un joven de apenas 21 años, aún con rasgos de niño, y una vez haber confesado que tenía una granada de uso privativo de las fuerzas militares y su porte, que le puede significar cerca de 20 años de cárcel, lo que me dijo extra juicio después de la audiencia da hasta miedo: “Doctor, es que para mí es más seguro estar preso que libre, porque usted no se imagina todo lo que yo he hecho en las calles de Cúcuta, y las “culebras” que tengo por fuera que me andan buscando para matarme”.
Da miedo el solo hecho de escucharlo. Hoy en día la cárcel y sitios de reclusión de Cúcuta no aguantan un preso más.
Las últimas noticias lo dicen todo: Cúcuta es la quinta ciudad más violenta de Colombia según un reciente estudio que fuera publicado, y el titular de ayer de este diario lo dice todo: es la ciudad en donde se matan más venezolanos; esa sola noticia, esa realidad es un reflejo que muestra la principal preocupación de los cucuteños: la inseguridad.
Debemos reaccionar, ayudar al alcalde y al comandante de la policía a diseñar una política pública para rescatar a Cúcuta, porque es muy probable que después de haber escuchado la versión de ese joven en la fiscalía, da la impresión que aquí no se mata por placer como en Chicago de los años 20, pero la sensación que me quedó es que un muchacho de esos mata fácilmente por doscientos mil pesos.
Peor lo que me comentaba el taxista que me trajo del aeropuerto, hablando del asesinato por estos días de un taxista en el barrio la Libertad: “Señor, es que aquí en Cúcuta los venezolanos que vienen a delinquir, primero matan y después roban”.
Y esto que no suene a comentario xenófobo, pero ayer otro taxista, que son el mejor termómetro de lo que pasa en la ciudad, me decía lo mismo.
Lo que sucedió el jueves pasado en Bogotá, en el barrio Santa Bárbara, en el que un médico que iba ser asaltado, reacciona y mata a los 3 delincuentes, no sé ni cómo calificarlo. Si se trata de una reacción paranoica, desproporcionada, si ese es un comportamiento ciudadano adecuado, o simplemente actuó en legítima defensa. No deja de llamar la atención que el viernes en Blu radio, que dedicó un buen espacio a analizar y escuchar la opinión de la gente, muchos, en una respuesta rápida, expresaban su aceptación a esa reacción ciudadana. El debate se traslada a otros países, como los Estados Unidos, en donde son tan comunes los ataques a la población, que hasta se ha llevado a plantear la posibilidad que los niños vayan armados a sus colegios.
Por ahora pensemos en Cúcuta y el Norte de Santander. Sobre el tema no tengo duda que aquí no se trata de armar a la gente, ni traer batallones como entiendo hasta en el concejo municipal se ha llegado a plantear. Si no construimos una política de creación de empleo, de estudiar y tomar medidas razonables con los más de 100 mil venezolanos que ya viven en la ciudad, ya no hablaremos de Chicago de los años 20, sino la de Cúcuta de los 2.020.