La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Conversación sobre Marta Pintuco
La ingenuidad estaba a la orden del día.
Authored by
Viernes, 8 de Noviembre de 2024

Como el tal mes del amor y de la amistad agarra el paraguas y se va, decidí despacharlo con una charla sobre una dama de la cual, por razones cronológicas, no clasifiqué como amigo ni como cliente.

La charla se publicó hace varios años en la revista El Malpensante. La "cocotte", dueña de una famosa casa de citas en Medellín, tuvo amigos como Fernando Botero quien incluyó un gato en alguna de sus pinturas. Un procurador, diplomático, traductor, profesor universitario y escritor, Andrés Holguín, le recitaba poesía francesa.

Y para no alargar el chico, el maestro Bernardo Hoyos y el poeta Mario Rivero le dedicaron un programa cultural en la emisora de la Jorge Tadeo Lozano. La dama del cuento es doña Marta Pintuco. La nota tiene 4.500 palabras para quienes deseen abstenerse de atacar el ladrillazo. El artículo está construido a partir de una conversación con el arquitecto, poeta y coleccionista de música antigua, Hugo Álvarez, felizmente vivito y coleando, amigo de la Pintuco. od

Marta Pintuco regentó casas de citas en el Medellín bohemio de los años cuarenta-sesenta. No tenía clientes ni amantes, sino amigos. Con ellos hablaba de cultura, nada de sexo. Sus íntimos, casi todos cargan gladiolos, muy pocos siguen en circulación, la recuerdan como una mujer exquisita, con arrestos de promotora o benefactora cultural, nada que ver con el antiguo y arduo oficio.

Marta Teresa Pineda, su nombre de pila, Marta Pintuco, su razón social de combate, yarumaleña modelo 1921, practicaba la obra de misericordia número quince: la de ayudarles a perder la virginidad a decenas de varones domados del gajo de arriba y del de abajo que, de otra forma, sin la complicidad de sus pupilas, habrían llegado vírgenes al "mártirmonio".

Los “muchachos de antes que no usaban gomina” no se atrevían a pedírselo a sus novias. Sabían que estas tampoco les habrían dado ni la hora de la semana pasada. Temían quedar embarazadas con un beso o bailando un bolero. La ingenuidad estaba a la orden del día.

Simplemente Marta para su entorno, ha sido una leyenda en el arte amatorio, como las cocottes de los tiempos de Proust, o de Blanca Barón quien atendía en sus casas “para amores de afán” de Bogotá los apuros eróticos de figuras como el presidente conservador Guillermo León Valencia.

Muchos creen que Marta está viva, otros que hace tiempos agarró el sombrero y se volvió eternidad. Que tenía sus prostíbulos en Lovaina, que no, que estaban en Prado, que más arriba, que más abajo; que en Palacé con Barranquilla…

El pintor Fernando Botero inmortalizó una de sus casas con gato y todo. Del poeta Luis Carlos González, el Luis Carlos López de Pereira, se dice que compuso bambuco en su honor. Existe la versión contraria. Otros personajes como el periodista cultural santarrosano Bernardo Hoyos y el poeta envigadeño, Mario Rivero, le dedicaron generoso espacio en la emisora Cultural de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, de Bogotá, para evocar su legado

Los hay que ven el embrión de Marta en Helena Restrepo, la heroína de Una mujer de cuatro en conducta del novelista antioqueño Jaime Sanín Echeverri.

Cuando los maridos no aparecían en casa, después de agotar las instancias que ordena el manual: morgue, estación de policía, hospital, sus esposas engañadas pensaban en casas como las de Marta. La furiosa espera terminaba allí. Se había esfumado la opción de quedar viudas.


Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en  https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion

Temas del Día