Lo que sucedió el viernes pasado en algunas ciudades de Colombia parecía que no se tratara del día sin IVA, sino recordaba el “Black Friday” que se celebra en los Estados Unidos, aquel viernes en el que la gente se desborda y con frenesí sale a comprar todo lo que encuentre. Ese es uno de los momentos de mayor exaltación del capitalismo. La gente se agolpa, se atropella y en el momento en que abren las puertas de los almacenes la gente corre, enloquecida, incluso con episodios en otros países en los que ha habido muertos en esas estampidas. Mucho de eso vimos en imágenes el pasado viernes, pero lo irónico es que lo hicimos en el momento de mayor contagio en el país, cuando deberíamos tener mayor cuidado.
Tiene razón el fuerte reclamo que hizo la alcaldesa Claudia López al presidente: “Podemos haber perdido tres meses de cuarentena”. Cada día hay ciudades y zonas en Colombia que dan miedo por el nivel de contagios al que hemos llegado. Barranquilla está militarizada en un afán para tratar de controlar la indisciplina social, mientras las Uci están llegando al límite. Barranquilla ya da miedo, Cartagena se acerca. Las imágenes de Guayaquil las tenemos presente.
En esta pandemia hay otra realidad incuestionable. Europa está superando el control del virus, pero aquí en América Latina por nuestras circunstancias de precariedad y pobreza, el coronavirus podría instalarse por muchos meses más. Algunos epidemiólogos han hablado que podríamos llegar a 2.022 entre una variación o rebrote.
La gente ya se “reventó “por cuenta del encierro. En estos días un estudio sicológico hablaba de los niveles de depresión y pérdida de autoestima a los que han llegado muchos jóvenes en el país. El mundo ha cambiado, estamos en unos niveles de incertidumbre porque no sabemos hasta cuando durará esta pesadilla. Hablaba también con el reconocido escritor Carlos Torres, y me preguntaba por los libros que he leído por estos días. Tenía oportunidad de decirle que los días para muchos pasan en medio de tanta incertidumbre y para otros de ansiedad sobre su futuro, que mucha gente no tiene ni siquiera el espacio para concentrase y leer como debería ser.
Con las imágenes que vimos del pasado viernes en definitiva quien tiene razón es el escritor italiano Paolo Giordano, el que escribió “La Soledad de los números primos” y con quien en alguna ocasión tuve oportunidad de hablar en el Hay festival de Cartagena, y que decía: “ ¿De qué tengo miedo? De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes. De que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí”. Justo esto fue lo que vimos el viernes. Parecía que la gente estaba esperando después de este confinamiento de tres meses, que abrieran las puertas de los almacenes para salir desenfrenada a comprar.
El gobierno en la noche salió a galardonar su triunfo con las imágenes del Ministro de Comercio, quien expresaba que hubo movimientos cercanos a los 5 billones de pesos. Ganaron los comerciantes, se movió la economía, no importa que seguramente aumentó el nivel de contagios. El dinero por encima de la salud. Algún panelista de Hora 20 de Caracol con razón decía que el otro tema, es que mucha gente ya se está acostumbrado a que haya muchos muertos. Eso ya no interesa, que la gente muera del virus. Los muertos poco a poco se van volviendo en una estadística. Eso sí, como decía Bertold Brech en momentos en que el nazismo golpeaba en las casas de los judíos para llevarlos a los hornos crematorios: “Golpearon en la puerta de mi vecino y no me interesó, hasta que escuché que llegaron a mi casa”. Muy grave lo que pasó, porque quien tenía razón era Paolo Giordano, de que el miedo pasó en vano y lo único que estábamos esperando después de esta tragedia, era que abrieran las puertas de los almacenes.