Amables Lectores: Con dolor de patria vemos como han crecido los cultivos ilícitos en Colombia. Entre el 2016 y el 2017 los cultivos de coca en nuestro país crecieron un 17%. Hoy somos señalados por el mundo entero como los mayores productores de hoja de coca con 171.000 hectáreas sembradas o 209.000 como es la cifra del gobierno americano, con una producción de 1.379 toneladas de cocaína creciendo de un año a otro a un ritmo del 31%. Norte de Santander, además de poseer en su capital, Cúcuta, el índice de mayor desempleo, se da el “Lujo” de ser el tercer departamento con más cultivos de hoja de coca, con un área sembrada de 28.244 hectáreas, solamente superado por Nariño y Putumayo.
Si es doloroso ser estigmatizados como los mayores productores de cocaína en el mundo, más injusto es que ese señalamiento venga de los Estados Unidos, país gran responsable de esa producción porque es un principio elemental de economía que “Sin consumo no se llevará a cabo la producción”. Norteamérica es el gran consumidor de la producción de coca colombiana pero nada hace en aras de mantener la libertad del individuo y su libre albedrío.
Colombia ha puesto cientos de muertos para evitar la salida de éste veneno hacia los Estados Unidos pero allí no se ve acción alguna para perseguir a los capos norteamericanos de este negocio. El gobierno estadounidense, como dueño que se cree del mundo, regaña a Colombia y la amenaza dándole a sus autoridades un plazo de un año para lograr disminuir el área sembrada de hoja de coca o de lo contrario será un país descertificado, sufriendo bloqueo en sus exportaciones y un recorte del 35% en las ayudas económicas.
Si lo anterior es traumático para la economía, más grave es aún el microtráfico, herramienta utilizada por el narcotraficante o jíbaro para incrementar el consumo de drogas en el país, y más grave si este aumento de consumidores se está dando en adolescentes y menores, produciendo traumas en familias enteras, donde, por desgracia, un hijo se vuelve adicto llegando hasta la tragedia de soportar el suicidio de su ser amado.
Nuestra clase campesina, que ha sido tradicionalmente abandonada por el estado, en el mercado con sus productos tradicionales, como yuca, plátano, papa, frutas y muchos otros, viéndose obligado a entregar gran parte de su rentabilidad al intermediario de la plaza de mercado. Este productor ha virado su producción tradicional hacia la hoja de coca porque aunque también hay intermediarios, la rentabilidad es mayor y le permite tener un mejor ingreso. Adicionalmente el gobierno ha desarrollado estímulos perversos como “Arranque la hoja de coca y lo bonificamos”. Esto ha degenerado en otro principio: “Arranco, cobro y vuelvo a sembrar”.
Se debe tener claridad, que el que siembra hoja de coca “difícilmente cambiará de negocio”. Si debido a los controles de las autoridades sele torna complicado exportarla, disminuirá su calidad y saliendo al mercado a través del microtráfico con productos como el bazuco de mayor peligro por el daño que causará a nuestros jóvenes.
Es necesario volver con las fumigaciones, tomando las precauciones necesarias para minimizar el riesgo del fungicida. La fumigación, se ha demostrado es efectiva para lograr la disminución del hectareaje sembrado con la maldita hierba, causante en nuestra área agrícola de una acelerada deforestación y aniquilamiento de reservas en parque nacionales y en comunidades indígenas, con el beneplácito y patrocinio de los grupos insurgentes.