Cada 4 de diciembre se celebra el Día Internacional del Motociclista, sin embargo en Bogotá lo hacen el 5 de octubre y en algunos medios, se puede evidenciar que es el segundo domingo de mes de junio. Ese día, las comercializadoras de estos vehículos, aprovechan para ofrecer las novedades de los mismos, las autoridades realizan actividades de sensibilización en seguridad vial, marcación de motos, exhibición de elementos de protección personal y muchos otros ejercicios orientados hacia un comportamiento responsable.
En nuestra ciudad y en el Área Metropolitana es bastante diferente por cuanto dicha celebración la realizan semanalmente, en particular los días jueves. Alrededor de las ocho de la noche, vemos cientos de moteros transitando por las principales arterias de la ciudad, muchos de ellos sin los cascos y se pueden observar decenas de motocicletas sin luces. De igual manera, aparecen los acróbatas haciendo gala de su habilidad sin importar el riesgo de accidente y por supuesto que no puede faltar uno que otro con lata de cerveza en mano, aprovechando que según ellos, esa noche está permitido conducir embriagado y no aplica la prohibición de parrillero hombre, aunque si aún existe la restricción, son varios los que ignoran la norma.
Lo cierto y claro está en que esas horas, cientos de personas se unen para incomodar a los demás, porque estoy seguro que ningún ciudadano de bien, se atreve a interrumpir el estado de éxtasis en el que se encuentran los conductores de dichas motos puesto que podría salir muy mal librados, en el entendido que ese día y a esas horas, la autoridad responsable de la seguridad ciudadana y de la movilidad, se encuentra descansando no sé de qué, pero descansan sin importar el caos en el que sumergen a los principales municipios de este lado de la frontera.
Lamento de verdad, que la celebración de esas personas, la extiendan en su paso frente al Comando de Policía Metropolitana en San Mateo, porque solo faltaría que unidades de nuestra querida institución se adhieran a tan peligrosa e incómoda forma de divertirse, mientras tanto, los demás conductores deben aguardar pacientes hasta que pase en una esquina el motero rezagado de la celebración.
Estoy seguro que esta columna queda corta en cuanto al alcance de la afectación psicosocial de la comunidad, que por obligación debe aceptar un estilo de anarquía que crece día a día ante la marcada debilidad de la autoridad municipal, que por el momento prepara la estocada final a la movilidad, cuando inaugure la cafetería que construye debajo del puente ubicado frente a la entrada principal del almacén Éxito, en el entendido de que no se midió la proyección de lo que pasará en ese sitio cuando cientos de peatones curiosos lleguen a refrescarse, en lo que pudiera llamarse el homenaje a lo que no se debe hacer en una ciudad que trata de superar sus dificultades.
No sé lo que piensan los precandidatos a la alcaldía de los municipios afectados por esas inaceptables formas de divertirse, pero a mi modo de ver, lo que sucede es muy grave, dejando constancia que ese grupo afecta la imagen de los buenos motociclistas que guardan prudencial silencio frente a lo que ocurre.