Con sujeción a la democracia la oposición a un gobierno, o a unas ideas de incidencia pública es un ejercicio con legitimidad. Es un derecho que abre espacios al debate entre los contrarios.
La oposición también puede dar lugar a correctivos en asuntos de interés común cuando se ejerce con argumentos convincentes.
Es positivo para una nación o una comunidad determinada contar con apreciaciones diferentes sobre los actos oficiales. Las imposiciones mediante el unanimismo, la arbitrariedad o el dogmatismo dejan resultados deleznables y diezman la credibilidaden quienes se revisten de líderes de alguna causa.
Los regímenes dictatoriales, apoyados en la fuerza represiva son enemigos de la libre expresión. Imponen la censura y persiguen a quienes disienten. Como abrevan en las fuentes del oscurantismo, estiman pecaminosa la crítica. Se aferran a la intolerancia extrema y montan un entramado de abusos recurrentes. Pero esa gobernanza de agresiones tiene réplica en algunos opositores, quienes en vez de actuar con talante democrático prefieren recurrir a la distorsión, a las narrativas de estigmatización, a las ofensas personales o la degradación de la verdad. Es una forma de apartarse de la responsabilidad de reconocer los hechos en su realidad.
La oposición debe corresponder al conocimiento de hechos probados y no a un engranaje de agravios. Las denuncias que se hagan no pueden ser rumores con intenciones perversas. Se impone la comprobación de cuanto se diga hasta consolidar la certeza para no caer en montajes que se desmoronan con la prueba de la verificación.
Una oposición seria no improvisa lo que expone con fines de denuncia. Cuando se asume esa función se debe tener la seguridad de la prueba si es que se pretende un resultado correctivo. Es como se contribuye a superar cuanto se estima negativo para el interés general.
Los opositores, claro está, deben gozar de plenas garantías, para la protección de sus acciones y de sus vidas. Pero no es el insulto. Les corresponde actuar con honradez y estar libres de ligerezas.
Ser opositor no es promover la muerte del adversario, como ocurren en Colombia, ni ponerse del lado de los grupos armados que ejercen la violencia. Las diferencias con el gobierno no deben dar para actos arbitrarios, pero tampoco para bloquear las soluciones.
Desde la política la oposición puede hacer mucho. Pero tiene que apoyarse en las ideas, en la legalidad y en la verdad. De lo contrario, terminará a la deriva, disminuida por sus propias contradicciones y hasta por la aridez de sus propuestas. Las ideas y el razonamiento no pueden cambiarse por el agravio, aunque sea más fácil este.
Algunos de los que ahora hacen oposición en Colombia rasgándose las vestiduras por problemas que acosan, son los mismos que contribuyeron a crearlos. Aportaron contribuciones para la formación del paramilitarismo, se empeñaron en hacer trizas el acuerdo de paz con las Farc, se beneficiaron con la corrupción, ampararon la depredación de los bosques, impidieron la reforma agraria que buscaba una redistribución de la propiedad de la tierra, fomentaron la división de la sociedad en clases y tanto la educación como la salud las tienen como negocio y no como derecho para todos.
Oposición sí, pero como ejercicio democrático.
Puntada
Se están formando en la región nuevas empresas en el sector agropecuario, con proyecciones promisorias. Deben tomarse en cuenta.
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