Hemos oído hablar de la venezolana María Corina Machado desde hace décadas y su imagen nos ha variado desde una "niña bien" del establecimiento político y social venezolano, a la líder de masas carismática y creíble que está llevando a su fin la dictadura chavista.
Lo hizo como una abeja incansable que se compenetró con sus conciudadanos sin tratarlos como pueblo, masa ignorante y maleable, sino como personas con identidad y propósito de vida.
Trabajando con la gente, las bases como las llaman los políticos profesionales, María Corina logró infundirles un concepto sencillo pero poderoso, la necesidad de la libertad individual para forjar cada uno su futuro y no vivir más en el concepto de seguridad, falso además, de un estado omnipresente y omnipotente que mantiene a su pueblo por voluntad de un “líder”.
Ella es guía, no líder mesiánica. Venezuela con el socialismo del siglo XXI vio la expansión incontenible de la pobreza, la violencia y la corrupción depredadora y estructural del estado, capturado por su líder.
María Corina le dio a los venezolanos una razón de esperanza buscando su libertad. Logró Maria Corina reconstruir tejido social "hecho trizas" por el discurso de odio clasista y división del socialismo, que es la base del desarrollo.
El tejido social crea redes de confianza ciudadana que inmuniza a la sociedad contra el virus "progresista". Y una vez esas redes se expanden, adquieren una inercia imparable, incluso contra dictaduras.
Pero, a la vez, María Corina no ha prometido volver al pasado, causante del chavismo, como en Colombia el sistema político causó a Petro.
Para ponerlo en términos colombianos, no es volver al centrismo débil de un Duque, o regresar al tenebroso santismo que rompió la institucionalidad colombiana y destrozo el tejido social, o a la presidencia uninominal y de microgerencia de Uribe, con éxito en la política de seguridad pero que no pudo ser sostenible porque no había un nuevo modelo de estado sino solo uribismo, o a un pastranismo sin idea concreta de gobierno y menos, a un samperismo delincuencial o un gavirismo politiquero que abrió la puerta a una constitución de corte socialista. María Corina sabe que en nuestro pasado está la clave de nuestro desastre presente.
En Colombia nadie se perfila con ese perfil y esa conciencia, y se piensa que salir de Petro nos pone en un nuevo país. Eso es falso. Si dejamos vivo el virus, la enfermedad volverá.
Veremos a la clase política “profesional”, que quieren un estado grande que capturar, hacer lo de siempre, con los de siempre y en alianzas “programatico-enmermeladas”, sin importar el aliado ideológico, seguir por el camino de un regimen basado en un estado gigantesco e interventor.
Frente al presupuesto oficial, todos nuestros políticos son “progresistas”. Mantener pobres es caro y permitir que ellos se salgan de la pobreza con su trabajo, no es opción.
A María Corina le costó veinte años llegar al meollo del asunto. ¿Cuánto nos tomará a nosotros los colombianos, que gracias a la alianza gavirista-santista-samperista llevaron a Petro al poder, entender que el camino de la libertad y controlar el Leviatán estatal es la clave del desarrollo y de derrotar el regimen?
No sé cómo se desenvolverá la elección de mañana y mis proyecciones son pesimistas en cuanto que Venezuela pueda entrar por la senda de la violencia, no como guerra civil, sino como ciudadanos resistiendo a la dictadura y sus narco aliados.
Y este resultado lo obtengo porque tengo poca fe en que la fuerza armada nacional venezolana defienda la voluntad popular y más bien sigan las directrices de sus jefes cubanos y en una grotesca respuesta internacional al fraude con medidas tibias. Si esos factores cambian, las fuerzas armadas abandona su condición de Cartel y la OEA interviene para evitar el golpe de estado, la dictadura venezolana está herida de muerte.
En cualquier caso, María Corina con su actuar cambio a Venezuela para siempre.
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