Ver las actuaciones de Nicolás Maduro después del golpe de estado que dio el 28 de julio, me trajo a la memoria la famosa película El Guasón, por la que el actor de origen latino Joaquín Phoenix ganó un Oscar por su memorable actuación.
Phoenix dio vida de manera magistral a un loco asesino que trabajaba de payaso. En la película su personaje es un esquizofrénico, lo que no es Maduro. Nicolás Maduro es un narcisista megalómano ya caído en la sociopatía. La película El Guasón muestra al asesino viviendo en una atmosfera erizantemente oscura que solo le refuerza su locura.
Esa misma atmosfera la vive Maduro cuando lo ponen a vivir en un mundo de profundización de su narcisismo, pero a la vez aislado en una guardia pretoriana de base cubana, porque teme que un venezolano lo traicione o lo vengue.
Maduro maneja el lenguaje paradójico propio de los socialistas. Él es un narcopolítico, no un narco puro, pero como Petro y AMLO acusan a los demás de narcos. No es ningún intelectual y a duras penas tiene la mínima alfabetización y estoy seguro que no sabe que es un fascista ni mucho menos un nazi, pero como todos los socialistas acusan a los demás de fachos cuando su actuar dictatorial, sostenido en un estado policiaco y represivo, sin división de poderes ni libertad individual, es propio del modelo de estado fascista.
Los narcosocialistas no son incoherentes; ellos se saben falsos. Pero confían en que seguidores fanáticos alienados por activistas, sean maestros de fecode o periodistas enmermelados o bodegas virtuales, además de muchos idiotas útiles, les crean y propaguen el mensaje, pero con violencia, en la calle en Primera Línea. Y también con “mercenarios” pagos, con uniforme y sin él.
Maduro no parece ser muy inteligente, aunque es muy astuto, sagaz, ladino, sin muchas fronteras morales y como buen mediocre, cuando tiene poder es capaz de los peores crímenes. La banalidad del mal, como la definió la filósofa Hannah Arendt, después de asistir al juicio en Jerusalén de Adolf Eichmann, uno de los ejecutores del holocausto judío, se puede aplicar en su totalidad a Maduro.
Eichmann era, dijo Arendt un burócrata mediocre ideologizado sin moral para distinguir el mal del bien; Maduro era chofer al servicio del transporte masivo, pero se destacó fue como sindicalista antipatronal.
Maduro está profundamente ideologizado, pero no por un estudio serio de la filosofía materialista, las bases económicas del marxismo de juego de suma cero, ni del nihilismo como movimiento. Está como la gran mayoría de mediocres sin acceso a principios morales, llenos de consignas ideológicas básicas de fácil recordación que consideran axiomáticas.
Por eso sus discursos son grotescamente cómicos pues mezcla consignas con insultos y tiene una fijación en la pelea de machos. Retó a darse en la jeta a Elon Musk y a Edmundo González, a quien llama el cobarde. Él es el macho cabrío de la manada progresista. Eso sería cómico si no se hiciera sobre la sangre de venezolanos.
El por qué las sociedades caen bajo el poder payasos asesinos debería ser objeto de estudios muy serios. ¿Los peores rasgos culturales de una sociedad son solo producto de una educación mala e ideologizada y burocratizada, además de un modelo político estructuralmente corrupto que permiten alienar los ciudadanos, en particular los jóvenes? Sabiendo del fracaso del socialismo siempre que se ha impuesto, que se siga permitiendo su llegada a las sociedades democracia liberal, necesita respuesta.
El caso más aberrante es el de Colombia que a pesar de ver el desastre chavista, decidió seguirlo. Es la consecuencia de un modelo de estado social de derecho, desarrollado por la izquierda y con apoyo de la casta política acostumbrada a enriquecerse del Estado.
La película El Guasón deja el mensaje que este personaje no era una singularidad sino que, en iguales condiciones, podrían darse muchos guasones. Lo estamos viviendo hoy en Colombia: tenemos Guasón.
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