La movilización del próximo jueves en el país nunca antes había estado rodeada de un ambiente de tanta tensión social, de temor por lo que pueda pasar y de incertidumbre por la suerte en el país en los próximos meses. Incluso se percibe fácilmente el temor del gobierno frente a la protesta del jueves. 11 extranjeros fueron expulsados del país el miércoles pasado por sospechas de que se encontraban en el país, más que en actividades de turismo o negocios como decían, en realidad según las autoridades trataban de tener injerencia de alguna forma en la movilización del jueves. Llama la atención incluso la nacionalidad de los extranjeros expulsados: chilenos, españoles y venezolanos. Es decir, gente de países que están en una gran protesta como los chilenos y venezolanos que podrían estar hasta interesados hasta en seguir incendiando el continente, y españoles en donde por otros motivos Cataluña también tiene protestas.
Ahora, sería muy grave que mucho de ello se deba tan solo a una paranoia que cada vez contagia a los países, sus autoridades y sus ciudadanos: la de creer que cualquier despistado extranjero que se encuentre tomando una foto en el centro de Bogotá, en el barrio la Candelaria, cerca al palacio, se llegue a arrestar y ordenar su expulsión por la presunción de que está tomando fotos con fines terroristas. Es el pánico contagioso que hoy en día vive el mundo. Y lo peor es que hablamos de la situación que afecta a América Latina, pero esta semana un estudiante de apenas 22 años se prendió fuego delante de sus compañeros en la ciudad de Lyon en Francia por sus deudas y precariedad económica. Se hizo daño en el 90% de su cuerpo y hoy en día los médicos tratan de salvarle la vida en un hospital.
La realidad es que existen varias circunstancias que agravan el panorama: la imagen de desaprobación del presidente está en un 69%, su ingobernabilidad es manifiesta, los asesinatos de líderes sociales que no paran, y lo peor de todo, la propuesta de que el próximo jueves hayan grupos civiles que supuestamente ayudarían a la policía y fuerzas militares a controlar el paro. Qué grave. Quiénes son esos civiles? Son reservistas? Van a estar armados? Bajo la autorización de quién van a estar? Esa propuesta acaso está demostrando una debilidad de las autoridades del país frente a la movilización del próximo jueves? Nunca antes un paro había estado antecedido de tantos temores y precauciones por lo que pueda suceder.
Y es que se está dando igualmente lo que se denomina el “efecto de contagio” por lo que sucede en el vecindario. El analista venezolano Moisés Naín señalaba en estos días con lo que sucede con las protestas en el mundo, y es que existe dos efectos: el primero es ese contagio de una protesta en la que muchos colombianos que saldrán el próximo jueves ven como en Chile ya el gobierno de Piñera aceptó modificar la constitución, en Bolivia Evo cayó y en Ecuador el presidente Lenin también debió ceder antes de que el movimiento indígena lo tumbara. Es un efecto demostración que se esparce rápidamente por redes sociales: si allá pudieron, por qué no aquí? Es la reflexión que se hacen quienes protestan. El otro aspecto que se está dando, es la conspiración. Es la posibilidad que hayan ciudadanos extranjeros que auspiciados por Cuba, Venezuela, y hasta con algo de ayuda de Rusia, puedan interferir para incendiar la región. Los dos factores se están dando muy probablemente. Hay muchas razones para el descontento y la protesta del próximo jueves. El presidente Duque debiera percibir que es muy indicativo y grave que ya cerca del 70% de los colombianos desaprueban su gestión y el ciudadano percibe un peligroso síntoma de ingobernabilidad. Es un momento de tomar con seriedad y objetividades algunas decisiones de gobierno de manera oportuna, antes que su mandato se acerque cada vez más a un peligroso abismo que lo único que fomenta es la protesta y movilización ciudadana.