La reelección de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos tiene el soporte de unas elecciones reconocidas como democráticas. Revisten legitimidad, lo cual garantiza a la nación norteamericana una gobernanza institucional, articulada a la legalidad, como debe ser.
Trump gobernará, claro está, apegado a las directrices del Partido Republicano, que son de esencia conservadora. Y aplicará su propia visión de la política, que está basada en restricciones atadas a cierto dogmatismo, con sesgos respecto a las libertades y los derechos que han fortalecido el desarrollo de la sociedad. Algunas de sus creencias están del lado opuesto de avances históricos alcanzados en el mundo a través de un pensamiento progresista de apertura, en contravía del statu quo de sectores retardatarios.
Trump debe obrar también apegado a los intereses de su nación, situada en el nivel más alto del poder en el mundo. Es la primera potencia económica y política, con capacidad de intervencionismo donde quiera. Su influencia es abierta con la permisividad de buena parte de los Estados. Hay también algunos que imponen límites en defensa de su soberanía.
Habrá que esperar que Trump exponga sus políticas definitivas con que gobernará, aunque ya tiene en su agenda algunas prioridades.
Lo deseable es que predomine la convivencia entre todas las naciones, apostándole a la paz y a la cooperación, tomando en cuenta el bienestar social y la protección efectiva del medio ambiente para superar los riesgos de destrucción tan desbordados.
Aunque en Colombia se habla de una tradición de entendimiento con Estados Unidos no se debe perder de vista que hay sectores interesados en provocar rupturas, en el interés de perjudicar al gobierno, al cual se oponen, sin importarles Colombia en su integridad. El alborozo del presidente del Senado, Efraín Cepeda, en la celebración del triunfo de Trump, expresando que lo hacía como conservador, puede ser una señal premonitoria. Y es de su fuero político.
Pueda ser que en medio de las diferencias se mantenga el respeto a la autonomía de las naciones y que no se les trate como el patio trasero, que en el pasado fue una de las puntadas en el tejido del colonialismo.
Es más positivo que las naciones se gobiernen con autonomía, respetando la soberanía en su integridad. La cooperación ofrece mayores posibilidades en el desarrollo de la democracia y genera dinámicas en la construcción de pilares productivos para una economía sostenible en su crecimiento y de beneficio colectivo.
Las relaciones de los países de América Latina y los Estados Unidos deben superar la barrera de la dependencia y promover un fortalecimiento que les garantice prosperidad y la superación de las condiciones de precariedad que afecta a su población.
Pueda ser que el presidente Trump haga un alto en las políticas de subdesarrollo y se decida a irrigar la democracia promoviendo acciones que arrojen resultados en beneficio de la paz y sirvan para erradicar las mafias del narcotráfico, la pobreza y las fuentes de perturbación del medio ambiente.
Ya se sabrá el rumbo de la etapa que está por comenzar con el protagonismo de Trump desde el gran poder.
Puntada
Para Norte de Santander la paz es una prioridad, como lo plantea el gobernador William Villamizar Laguado. Pero la participación debe ser de todos para levantar una barrera contra los violentos.
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