Con las grandes movilizaciones desde el centro y la costa del país, merced a la quimera de la bonanza económica en la frontera colombo-venezolana por el flujo comercial del contrabando o los beneficios del Cadivi, el crecimiento electoral de Cúcuta ha sido sorprendente.
Ya, desde los noventa se habían incorporado a los votantes de la capital nortesantandereana todos los desplazados y damnificados de los municipios del departamento, y desde hace dos años llegan a la ciudad colombianos repatriados por la crisis y el desabastecimiento en Venezuela.
Así, como el censo electoral cucuteño es una diversidad de culturas y regiones, con un peso cada vez menor de los raizales, también lo representa el caprichoso comportamiento de los votantes a la hora de escoger sus dignidades en los comicios municipales.
Las últimas dos ediciones de la jornada electoral, despertaron sorpresa por el ascenso a la Alcaldía de candidatos financiados de corte popular, que ganaron sin respaldo de partidos tradicionales y maquinarias políticas.
El poder electoral de los barrios marginales, de las invasiones y la periferia ha venido imponiéndose sobre los sectores tradicionales de la ciudad, y estas poblaciones parecieran adoptar como propio aquellos candidatos con imagen de independientes y que enfoquen sus propuestas y promesas en la materialización de soluciones a sus difíciles condiciones de vida.
Es por ello, que el ofrecimiento puntual de beneficios particularizados para cada familia, parece ha inclinado el fiel de la balanza para declarar las mayorías por los aspirantes que ganen la confianza y credibilidad de los sectores populosos.
El desarrollo planificado y los propósitos por proyectos de mediano y largo alcance, y los grandes problemas urbanos como educación, salud y seguridad no despiertan el interés de estas ciudadelas, y obligan a ofrecimientos cortoplacistas como subsidios de vivienda, reparcheo de calles y empleos temporales.
Por otra parte, el incremento en las listas al concejo, con la participación de partidos y movimientos sin historia en la ciudad, y la posibilidad de inscripción de candidatos por firmas a la corporación, han impuesto la victoria por cociente de candidatos que responden a grupos políticos y gran financiación, y por residuo a aquellos que despiertan sentimientos de pertenencia en las localidades o a grupos religiosos o gremiales.
La dinámica no parece variar para la jornada electoral de octubre, en donde se percibe una nueva confrontación entre maquinarias políticas e independientes con suficiente financiación, y cuyo el juez nuevamente serán los barrios populares de la ciudad.