Petro va de escándalo en escándalo. Ayer era el de los audios de las conversaciones entre Aida Merlano y Benedetti. Otro diálogo del que se deduce que saben algo muy comprometedor para el gobierno, tan grave incluso que pone en peligro sus propias vidas. Hoy son las declaraciones autoincriminatorias del exsubdirector de la UNGRD, en las que confiesa que, en compañía de la Consejera de Regiones y por instrucciones del Ministro del Interior, sobornaron nada menos que a los presidentes de ambas Cámaras y a 15 congresistas más con el propósito de conseguir la aprobación de las propuestas del gobierno.
Estos escándalos se suman a otras previas impudicias que van desde la financiación ilegal de la campaña y la violación de los topes, acuerdos con criminales en las cárceles por los cuales se ganaron las elecciones, apoyos narcos de distinto tipo (desde dinero hasta aviones), aportes no reportados de contratistas y estafadores, maletas de dinero del embajador en Londres, el MinInterior, de la directora de Presidencia, amenazas de revelar cosas tan graves que "todos se van a la cárcel y el gobierno se cae”, abusos de poder, chuzadas y polígrafos ilegales, suicidios de oficiales de policía y procesos judiciales contra el jefe de seguridad de Presidencia, y un largo etcétera.
Cualquier otro gobierno hace rato se habría caído. Pero como esto es Colombia y es Petro, ahí sigue atornillado. Lo protege ser de izquierda, que muchos no quieren “victimizarlo”, y un falso sentido de estabilidad institucional que abriga al presidente sin importar lo que haga o haya hecho. Hay ahí un error de fondo que debe corregirse: lo que debe defenderse son la Constitución y la ley, el estado de derecho.
Y Petro no es víctima sino victimario. Todo los delitos de la campaña y los pactos con los criminales tuvieron como objetivo elegirlo presidente. Fue él quien nombró los involucrados en las coimas. Los sobornos a los congresistas han tenido el propósito de favorecer su agenda.
Han sido sus propios parientes y funcionarios quienes han desvelado y confesado los delitos cometidos. No existe, pues, tal “golpe blando”. De hecho, ese supuesto “golpe" no sería nada distinto que la aplicación de la Carta Política y de la ley por las instituciones que tienen competencia y que, por cierto, están demoradísimas en ejercerla. El CNE debe estar pronto a afirmar lo que es inocultable: la violación de los topes electorales. La Comisión de Acusaciones no podrá mirar para otro lado sin incurrir en un prevaricado como una catedral. La Suprema aborda las investigaciones de los congresistas involucrados. Y es el momento de la verdad, en que sabremos si la fiscal Camargo está ahí para encubrir a los parientes y amigos de Petro y a sus ministros y funcionarios o para cumplir con su deber.
En cualquier caso, Petro está acorralado. Parece decido a huir hacia adelante. Hoy es mucho más peligroso. Está en plena transición a la peor izquierda carnívora, que después de llegar al poder usa el dinero para cooptar las instituciones, sobornar a los militares y a los magistrados, cambiar la Constitución, imponer un modelo socialista y atornillarse en el poder.
Petro está abiertamente coqueteándole al autogolpe. Hay que prepararse para ese escenario y advertirle a Petro con claridad que, si lo da, para ser exitoso tendrá que emprender una carnicería. Los ejemplos de Cuba, Nicaragua y Venezuela muestran que si a los tiranos latinoamericanos se les da la oportunidad, se quedan décadas. No lo permitiremos. Somos una inmensa mayoría quienes estamos dispuestos a jugarnos la vida en defensa de la democracia y las libertades y un futuro de esperanza para nuestros hijos.