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Es mejor ganar que perder
La derrota a veces es más amarga, cuando el equipo juega bien y si embargo pierde.
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Jueves, 9 de Noviembre de 2023

Aunque algunas veces nos damos contentillo con la frase de Maturana (“Perder es ganar un poco”) la verdad  es que a nadie le gusta perder.  Es algo que viene desde la creación del hombre. Dios les dijo a Adán y a Eva: “Ahí tienen ese paraíso. Disfrútenlo, pero no se pongan a hacer cochinadas”. Y ellos, embriagados por tanta bellezura,  se pusieron a hacer cochinadas y vino el castigo. Perdieron. Y de ñapa, nos transmitieron el castigo a todos sus herederos. Por eso estamos como estamos.

Recuerdo la vez que, yo, de siete años más o menos, llegué llorando a donde mi abuelo Cleto:

-¿Qué le pasó, mijo?

-Me astillaron el trompo de colores.

 -¿Y usted no le dio en la jeta al que lo hizo?

-Fue jugando. Apostamos a los quines. Yo perdí y tuve que poner el trompo para que los otros le dieran.

-Chupe, mijo, si no quiere perder no apueste. El que apuesta o el que juega, va dispuesto a ganar o a perder.

Aprendí la lección. Por eso yo no frecuento casinos, ni ruletas ni juego a los dados. Lo mío es el fútbol. Digo lo mío porque me gusta el fútbol, me apasiona el fútbol. Y donde hay fútbol ahí estoy yo. Frente al televisor, quiero decir.

Jamás fui bueno para ningún deporte. Yo era rechoncho, pesado, casi redondo. Y nadie se fijaba en mí para alinearme en algún partido. En cierta ocasión en el colegio, para los juegos interclases, faltó el defensa de nuestro curso. El capitán me miró, sonrió y me dijo que reemplazara al que faltaba: “Usted dele pata a todo el que se le atraviese”. Así lo hice, hasta que me expulsaron del partido por juego brusco. Nuestro equipo perdió, y me echaron la culpa.  Desde entonces me alejé de las canchas deportivas y busqué otras canchas. Porque el mundo está lleno de canchas diversas y de diversas oportunidades.

Sin embargo, cuando juega el Cúcuta es distinto. Con mi mujer y mis hijos nos ataviamos de rojo y negro, llevamos un cojincito para que el ladrillo y el cemento no nos maten en el rabispís, y llevamos lonche (bofe frito, yuca y pajarilla) para que nos salga más barato. Vamos dispuestos a ver ganar a nuestro doblemente Glorioso.

Si gana, nadie nos ataja la felicidad y la celebración del triunfo, a nuestra manera: Doble arepa a la comida, chocolate y buena porción de queso. En cambio, cuando pierde, se nos daña el genio y la tarde se amarga. “Miren a ver qué hacen de comida”, grita mi mujer al regreso del estadio. Ese día nos toca aguamielita y pan.

La suerte del Cúcuta Deportivo es también nuestra suerte. Gane o pierda, ahí estamos. La derrota a veces es más amarga, cuando el equipo juega bien y si embargo pierde. Por culpa del árbitro, o porque jugamos con el viento en contra, o cuando programan el partido para la tardecita, cuando ya no hay sol, ese sol que nos ayuda porque deshidrata al enemigo.

Hay otras derrotas que también duelen, las de las elecciones. Cuando ganó Petro, por ejemplo, yo sabía lo que nos venía pierna arriba. Me reuní con otros perdedores a jalarle al guariloque, hasta que me acordé que el médico me había prohibido la jartazón.

En las recientes elecciones, me quemé con el gobernador, me quemé con el alcalde, me quemé con la asamblea y me quemé con el concejo. Me dolió el tochazo, pero más la mamadera de gallo de los amigos, que aún me mandan a comprar vaselina.

gusgomar@hotmail.com

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