Cinco serán los temas alrededor de los cuales girarán las relaciones bilaterales con el nuevo gobierno de Trump: seguridad y narcotráfico, migración, democracia y autoritarismo, intercambio comercial e inversión extranjera, y cambio climático y protección del medio ambiente.
En su primera administración, Trump estuvo a punto de sancionar a Colombia por no cooperar suficientemente en materia de narcotráfico. Ahora la situación es mucho peor: 253.000 h de coca y 2.664 toneladas de cocaína, mucho más que nunca en la historia, y una renuncia explícita del gobierno a todas las formas de erradicación. La nueva administración en Washington exigirá, no hay duda, un compromiso real contra del narcotráfico que Petro no tiene. Perder la cooperación norteamericana sería sumamente grave y afectaría seriamente a la Fuerza Pública. Al mismo tiempo, es previsible que, además, Trump no apoye la "paz total” tal y como la ha planteado Petro, con negociaciones incluso con grupos estrictamente mafiosos y con impunidad total. En otra línea, con certeza habrá una supervisión cercana a la presencia de Hezbollah en nuestro territorio y, seguramente, tensión con el gobierno por su negativa a condenar los ataques terroristas de Hamás y por el antisemitismo de Petro.
Los votantes trumpistas son agudamente contrarios a la migración ilegal. Desde que Petro ganara las elecciones se disparó la emigración colombiana. Para el 2023 los connacionales arrestados por intentar entrar ilegalmente por el sur de los EE.UU llegaron a 159.536, 25,6 veces más que en el 2021. El gobierno norteamericano exigirá que Colombia controle el paso por el Darién. La idea de Petro de crear una ruta “legal” entre los dos países es vista con muchísima desconfianza por los republicanos. Aún mayor rechazo genera el discurso de Petro de culpar de tales migraciones al capitalismo y al cambio climático y no a la debacle económica y la represión en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Estados Unidos ha sido y sigue siendo, de lejos, el principal socio comercial de Colombia. La propuesta de Petro de renegociar el TLC entre ambos países, que después se matizó a una “revisión”, ha avanzado casi nada. Con la nueva administración gringa, mucho más dura, la “revisión” puede resultar un tiro por la culata.
Como las prioridades de la Casa Blanca serán otras (Rusia, China y el medio oriente), para Colombia mucho dependerá de la composición del nuevo gabinete y de quienes se encargarán de los asuntos que nos importan. Si el exsenador Rubio entra, se agudizará la posición contra todo lo que huela a neocomunismo en el Continente, por ejemplo.
Finalmente, el cambio climático, el eje narrativo de Petro, tendrá poca o ninguna importancia para el nuevo gobierno norteamericano. Ahí no encontrará el gobierno colombiano ningún respaldo en Washington. Por el contrario, a la Casa Blanca le incomodarán, por decir lo menos, las críticas permanentes del antiguo guerrillero del M19 a los Estados Unidos y el capitalismo.
En cualquier caso, Petro debería tener mucho cuidado en no tensar la cuerda con Trump. Si se revienta, nos hará mucho daño en todos los sectores, incluyendo una economía muy maltrecha que necesita estabilidad, seguridad física y jurídica, y confianza para una inversión que cayó el 25% el año pasado. Petro puede decidir radicalizarse más y usar a Washington como el típico enemigo externo de las izquierdas latinoamericanas, con impredecibles consecuencias para él -frágil y vulnerable por su pasado, por su azaroso comportamiento personal y por todos los escándalos que le rodean-, y para todos nosotros, o entender que el bien del país está por encima de su ideología. Las relaciones internacionales de los estados no pueden manejarse por simpatías personales o afinidades políticas de quien gobierna sino buscando siempre los intereses estratégicos nacionales. La Patria por encima de la ideología.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion