El próximo 30 de agosto se conmemoran 200 años de la expedición de la Constitución de Cúcuta, e irónicamente lo que debería ser una conmemoración grata, histórica, un momento de alegría para dos países vecinos, celebración que nos debería regresar en el tiempo a lo que fueron aquellos años en los que Bolívar y Santander, con todo y sus desavenencias políticas y personales, lucharon por construir dos naciones independientes y libres, deberíamos estar celebrando este Bicentenario. La realidad es que no hay mucho por celebrar, más bien diría que lo que está sucediendo es lo peor que nos ha sucedido en 200 años de historia. Una frontera cerrada hace más de 5 años en las peores condiciones inimaginables.
Lo que está sucediendo hoy en día en la frontera con más de 60 trochas que se han convertido es en pasos de miedo, en caminos en donde todos los días se cometen crímenes atroces, en donde circulan y trafican todo tipo de productos sin ley, en donde proliferan la fuerza, la brutalidad, la rudeza, es poco menos que lamentable. Ni aún en los momentos de mayores diferencias entre Bolívar y Santander llegaron a imaginar que algún día estas naciones por las que se sacrificaron, llegarían a una crisis de relaciones como las que suceden hoy en día.
Es difícil imaginar algún otro lugar en el mundo en el que dos países que muchos años reclamaban la construcción de un nuevo puente que los uniera, que las acercara más en su historia común y logran construir el puente, que se llama Tienditas, y hoy en día se ha convertido es un monumento algo así como a la estupidez de dos naciones que a pesar de esos 200 años de historia, no logran entenderse. No hay peor insulto a Bolívar y Santander en este Bicentenario, y a todos quienes los acompañaron, que el estado actual en el que se encuentra la frontera por cuenta de nuestros dos presidentes. La verdad no hay mucho para celebrar. Un puente que se construyó para unir la frontera, insólitamente con su cierre, es como si hubiere construido es para separarnos.
Y no es un argumento para el cierre de la frontera el “Castrochavismo” de Venezuela, porque de ser así, eso significaría que si Maduro es reelegido otros cinco años más, acaso ¿esa sería la razón para mantener la frontera cerrada? O dicho en otras palabras, ¿acaso Colombia estaría pensando en abrir la frontera solo hasta cuando Guaidó sea elegido presidente democráticamente? ¿Esa es nuestra diplomacia? Qué escenario tan preocupante. Por todo ello los 200 años del Bicentenario con la frontera cerrada, será una conmemoración triste y deslucida.
Toda esta situación me recuerda una anécdota en la historia de Bolívar en septiembre de 1828, justo cuando logró escaparse de la conjura de la conspiración septembrina, debajo del puente del Carmen en compañía del sargento Meneses, y en ese momento en que el Libertador ya enfermo huía, logrando escapar de la conjura, recuerda la reunión que tuvo con el libertador del sur, José de San Martín en julio de 1822 en Guayaquil, y pensaba que el que tenía razón era él, cuando le dijo: “En estas tierras sin memoria, lo mejor que podemos hacer los guerreros una vez cumplidas nuestras tareas, es largarnos”.
San Martín había comprendido que después de tanta lucha y sacrificio, lo único que les esperaba era la ingratitud. Eso fue lo que le dijo San Martín a Bolívar en ese único encuentro en Guayaquil; Bolívar, triste y derrotado, y para colmo humillado, porque en el afán de la huida debió colocarse unos zapatos de Manuelita, y en ese momento se dio cuenta que el que tenía razón era San Martín, quien libertó a Argentina y Chile, hizo su tarea, y después se fue a vivir a Europa.
Por todo ello, el Bicentenario, más que grata celebración, es de tristeza en lo que convertimos la frontera.