Desconcierta, por decir lo menos, la repetición de actos criminales atroces por parte de las llamadas “disidencias de las Farc”. Esa sevicia no puede llevar el sello de una causa revolucionaria. Su énfasis es la perversión contra la vida humana, tanto más repudiable cuando sus víctimas son menores en absoluto estado de indefensión.
El asesinato de los niños indígenas en Caquetá consumado por combatientes armados de “Iván Mordisco” y como sanción por haber saltado desde el cerco de su reclusión a la libertad, es tan condenable como las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo durante el mandato de Uribe en aplicación de ese engendro nazista bautizado falazmente “Seguridad democrática”.
Esos grupos armados que le ponen tanta pasión al exterminio de los civiles indefensos y que obran con tanta brutalidad cuando ejercen la fuerza criminal están hechos a la medida de la abyección. Son sujetos viles que no tuvieron nunca en lo más mínimo una noción positiva de la existencia humana. Se quedaron en la caverna y por eso son diestros para matar.
Contra ese siniestro movimiento armado y sus patrocinadores visibles o camuflados deben salirle al paso los colombianos que han entendido la paz como prioridad nacional. La paz con los cambios que le pongan fin a la desigualdad, a la corrupción, a la pobreza, a la degradación ambiental, a los privilegios excluyentes y a todas las demás formas de negación de los derechos sociales.
No puede seguir siendo la violencia el garrote contra la solución de los problemas que tanto pesan sobre la mayoría de los colombianos. Todo ese entramado de barbarie recurrente lo que deja es el abono del fascismo para el cultivo de un conflicto que alarga la desgracia colectiva.
Los alzados en armas, bajo pretextos políticos o intereses de cualquier tipo son aliados de quienes consideran que el pueblo colombiano debe seguir estrangulado por la pobreza, por la muerte y todas las formas de opresión. Sobre eso hay que tener claridad a fin de rechazar los actos criminales destinados a sostener la pobreza y ejercer el exterminio como forma de gobierno autoritario.
La violencia anula la democracia y agudiza las condiciones de postración en la sociedad. Por eso las armas del ELN y de los demás grupos generadores de violencia se emplean con finalidades perversas. Con la sevicia aplicada al ejercicio de matar se convierten en portadores de la barbarie. Si fueran solidarios con los ideales de paz y de justicia social no estarían revolcándose en ese charco pestilente de la muerte. Se les pudrió la conciencia y el odio contra los desvalidos los lleva a una mezquindad extrema.
De otra parte, hay sectores que atizan esa violencia. Sectores con poder. Les deja dividendos, sin importarles los efectos negativos que causan y sobre lo cual debe tomarse en cuenta la radiografía hecha por Salvatore Mancuso en sus recientes testimonios ante la JEP.
Y a pesar de las atrocidades de la violencia se debe insistir en la paz que esperan los colombianos. Hay que ganar esa batalla para sacar de escena a tantos actores engranados en la violencia criminal. Hay que hacerlo con la garantía de no repetición de la agresión predominante.
Puntada
Es amarillismo llevado a la perversión criticar a la primera dama de la nación porque se extasía degustando un hueso guisado en un almuerzo normal.
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