Según el Grupo de Diarios de América Latina, la integración regional ha estado lejos de ser una realidad, a pesar de que existen estadísticas como aquella que señala que el 40% de la población – 200 millones de personas- tiene problemas de hambre, lo que hace padecer riesgos que es urgente mitigar.
Muchos intentos se han hecho como el Grupo Andino, en Mercosur y otros, pero a ellos los han asistido móviles políticos que los hacen disminuir su importancia y que terminan alejando a los socios de cualquier posibilidad de ejecutar acciones valederas y responsables frente a lo que significa un instrumento integracionista.
La verdad es que, en el caso de Colombia, sí que es pobre esa integración: con Panamá y Centroamérica tenemos el Tapón del Darién, una barrera natural infranqueable, en donde además se han concentrado toda clase de hostilidades por haberse convertido en un sitio de migrantes a otras latitudes, pero no se han explorado otras formas aprovechando la comunicación marítima.
Con Ecuador, el corredor es deficiente y es de todas maneras con el que existen algunas posibilidades de intercambio comercial. Con Brasil los mecanismos son casi nulos y nos separa la selva amazónica que conlleva atravesar inmensas extensiones deshabitadas.
Y con Venezuela, con quien tenemos más de dos mil kilómetros de frontera, las vías de comunicación son casi que terciarias y no se ha hecho nunca un esfuerzo por la construcción de corredores viales que permitan el fluido de productos entre un país y otro. La mejor comunicación está entre Cúcuta y el occidente venezolano, aunque esa ciudad está alejada del resto del país, pues a pesar de habérsele prometido una doble calzada hasta Bucaramanga, el proyecto finalmente no llegó sino hasta Pamplona, y en resto del trayecto, el contratista se quebró apenas comenzando la obra. Pero regiones como Cesar, Guajira y Arauca, deberían tener canales muy bien definidos para el transporte, que incorporaran aún la opción férrea.
A todo esto, debemos sumar que Colombia con su posición estratégica, teniendo dos océanos en sus costas, podría aprovechar esta opción para el trasporte de toda clase de productos, especialmente del sector primario.
La verdad es que la integración regional debe tener un ejercicio entre el gobierno y el sector privado que permita diseñar esos canales de comunicación y abordarlos dentro de una política pública, alejada de intereses políticos y pensando solo en la explotación de una opción real de comercio que nos permita poner en manos del sector productivo un espectro de oportunidades de enorme alcance. El abordamiento del potencial de esos mercados constituye una enorme opción de crecimiento para Colombia y la hemos dejado siempre al garete.
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