Muchos estudiosos de la naturaleza y de la evolución de la especie humana han dedicado, hasta sacrificar sus mismas vidas, al estudio de la evolución y comportamiento del ser humano. El mismo Darwin tuvo que esperar dos décadas de su valiosa existencia para poder publicar sus observaciones y conclusiones: no podía hacerlo antes porque la cavernaria institución religiosa de entonces (y de ahora) no se lo permitía.
Es la misma teoría que hoy en día, ya aceptada y comprobada por el mundo científico, concluye que la evolución de las especies acepta el proceso de envejecimiento y deterioro de sus complicadas estructuras y que descendemos desde lo más primitivo hasta lo más complicado.
El mismo cerebro evolucionado no solo le permitió al homo sapiens sostenerse y avanzar hacia horizontes de calidad y aprovechamiento de la naturaleza para su beneficio, sino que lo catapultó hacia el aprovechamiento de sus mismos compañeros de evolución.
El proceso normal de envejecimiento de la vida en todas las especies incluye algo que es inexorable: el deterioro de las complicadas estructuras producto de miles de millones de años de evolución.
No se puede corregir un proceso tan complicado como el deterioro de estructuras biológicas con soluciones inmediatistas e irresponsables como es lo que quieren imponer las abusivas y hambrientas campañas publicitarias. La normatividad al respecto es muy laxa y permisiva.
El deterioro del cuerpo humano es lento y progresivo dependiendo del desgaste al que ha sido sometido; el bagaje genético pone su parte importante.
El sinnúmero de soluciones obedecen por su puesto, al apetito del fabricante acompañado de una muy bien planeada estrategia publicitaria.
Aparecen los preparados multipropósito en excelentes y elegantes empaques con sugestivos nombres de moléculas raras hacedoras de maravillas en el cuerpo y en el alma. Son solo contentillos que como panaceas prometen el rejuvenecimiento por arte de magia.
Atacar la inexorable pérdida de la compleja molécula del colágeno que al producirse menos trae como consecuencia la flacidez de la piel y la aparición de las arrugas y los desagradables surcos en la piel. Un organismo bien entrenado en deporte y actividad física en general, resistirá con más éxito el avance inexorable del tiempo.
El colágeno se degenera y se deja de producir por falla en el mecanismo productor de la fábrica. No por más colágeno que se ingiera en la alimentación se va a lograr mejores tejidos. El colágeno es degradado durante el poderoso mecanismo de la digestión. Una vez reducido y descompuesto en moléculas más livianas, se absorbe y es utilizado por el organismo. Los bendecidos productos comerciales con sus diferentes y llamativos nombres no son sino cebos de anzuelo para descrestar inocentes y de esa manera llenar sus desfondados bolsillos. En la buena alimentación hay colágeno suficiente para suplir al que se va perdiendo.
Los multivitamínicos adobados con poderosas estrategias comerciales no dejan de ser otra abusiva manera de retrasar el inevitable acoso de los años. El ingerir productos como supuestas panaceas, solo ayudan a engordar arcas con ansias de lucro y no con deseos de “ayudar al buen vivir y sano bienestar” .Una alimentación bien balanceada y sin excesos, tiene todos los ingredientes necesarios para el desarrollo adecuado de un organismo que, enfrentado al temible ogro de la senectud, puede defenderse con dignidad y suficiencia sin dejarse atribular por panaceas mentirosas y comerciantes sin escrúpulos, arropados por autoridades cómplices y venales que permiten un mercado mentiroso y abusivo que perjudica la integridad del inocente ciudadano.
Un buen mercado (cuando el bolsillo lo permite), puede suplir con suficiencia toda la abusiva parafernalia de productos y panaceas que prometen esta vida y la otra.