La frase fue de la alcaldesa de Bogotá Claudia López: “No quiero estigmatizar a los venezolanos, pero hay unos inmigrantes metidos en la criminalidad que nos están haciendo la vida a cuadritos”. Según datos de la Fiscalía General de la Nación en lo que va corrido de este año se han capturado en flagrancia 21.812 personas en Colombia, de las cuales 1.874 son venezolanos. Así mismo, en este mismo lapso han sido detenidos 28 ciudadanos venezolanos por homicidio, siete casos más que los detenidos en el 2.019. Muy probable que la Fiscalía no tenga la información de todo lo que sucede en la frontera, en el mismo corregimiento de La Parada, porque las cifras se dispararían.
Sin duda, es la primera vez que en Colombia comienza a haber actos de xenofobia. Que recuerde esa clase de actitudes nunca las habíamos vivido. Revisando la historia, diferente fue que a Bolívar lo odiaron en Nariño y La Guajira pero no por ser venezolano. “Los pastusos” porque en lo que se llamó la “La Navidad negra”, en 1822, hubo una matanza ordenada por el Libertador porque en algún momento llegó a considerar que los nariñenses eran afectos a la causa realista. El escritor Evelio Rosero señala que esa fue la primera masacre que hubo en Colombia en su libro “La carroza de Bolívar”, como tuve ocasión de escucharlo en el Hay Festival en Cartagena. Odiaron, igualmente, al Libertador en La Guajira por haber dado la orden de fusilar a José Prudencio Padilla por su presunta participación en la conspiración septembrina. Hasta ahí la historia.
De lo que resulta más preocupante de esta nueva xenofobia parcial contra los venezolanos, porque muchos han sido bien recibidos, es lo que señalaba el abogado penalista Fermín Mármol, quien expresaba que hay una forma de criminalidad originada en los venezolanos “que disfrutan haciéndole daño a otro”. Lo que hemos descubierto aquí en Colombia, ya es común ese comentario, es que algunos venezolanos antes de robar, primero matan. Faltará ver por ejemplo que se conozca la identidad de quienes asesinaron a un ciudadano en el Transmilenio en Bogotá. Hace un par de meses este periódico denunciaba algunos crímenes que cometían “El tren de Aragua”. Entre ellos había un integrante de la banda que le dicen “El cirujano”, por su especial patología en disfrutar y descuartizar gente. Claro que aquí en Colombia hemos tenido también cirujanos de esas calidades.
Para algunos la vida se nos está haciendo “cuadritos” aquí en Colombia como lo señalaba por estos días el personero Víctor Galvis de Villa del Rosario, que hay casas en la frontera en donde viven cerca de 200 venezolanos, con todo lo que ello significa en pandemia y criminalidad. E igual, hay ONG que por tratar de ser solidarios y ayudar a los migrantes, están haciendo es daño. Hoy en día hay un Centro de Atención al Migrante en Villa del Rosario, en donde encuentran alimentación familias de venezolanos, y como si ya con eso convivir alrededor porque encontraron alimentación. Los habitantes colombianos que habitan el sector están alarmados en lo que se está convirtiendo los alrededores de sus viviendas. La comunidad religiosa Escalabrini, siempre bien intencionada, pero está incurriendo en el mismo error.
Frente a todo esto, a esta cruda y desbordada realidad, quien tenía razón era Juan Carlos García Herreros en su campaña a la gobernación, era la creación de un Centro Piloto de Fronteras para América Latina, dada la importancia de la frontera. Desde allí se propiciaba una comercialización y regularización de muchas actividades entre los dos países. Esta idea es lo más razonable y posible por estos días, y no esperar a que Maduro se vuelva cuerdo. Debemos a partir de estos días encontrar soluciones posibles para la frontera, porque de lo contrario la criminalidad, ilegalidad y hasta la xenofobia y la “vida a cuadritos” se incrementarán peligrosamente.
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