Es defender la libertad. Lo que sucede hoy en el planeta y en cada país, no es una sociedad polarizada entre dos bandos "democráticos", es la defensa de la democracia liberal por parte de una ciudadanía que ve amenazado su futuro y el de su familia por unos radicales que la quieren anular.
El problema es que los que la quieren destruir no son siempre fáciles de identificar, o hay dobles juegos, o caballos de Troya, o mejor dicho, elefantes de la hacienda Nápoles. El eje central de esa estrategia es, maximizar la utilidad de su botín, haciendo el Estado superior a sus ciudadanos, grande y rico, con el cuento de dar equidad.
Y eso lo han hecho todos los presidentes desde Virgilio Barco, que no es coincidencia que tuviera como ministro a Cesar Gaviria. El culmen de esa supremacía estatal es el socialismo y la desaparición de la democracia liberal, dejando solo formas "democráticas" como elecciones "controladas" con todos los poderes en poder del líder del "poder popular" que él encarna.
Hace mucho tiempo no veía televisión colombiana por su descarado activismo político de izquierda, pero sobre todo la apelación al morbo y la ordinarez de las producciones exaltando la cultura mafiosa de un narcolibretista como Gustavo Bolívar. Pero me impactó que lo hice y me sentí atrapado en el pasado: lo "actual" es Betty la Fea, Francisco el Matemático y Pedro el Escamoso. El tiempo como el desarrollo en Colombia no habían avanzado.
Lo más nuevo son las propagandas "progresistas", una en particular que, con la alegoría de una casa en que todos cabemos, entremos por la "puerta de la derecha o de la izquierda", vende la idea que el socialismo es otra forma igualmente valida que la democracia liberal y que la defensa de la democracia liberal crea "polarización", otra forma de "intolerancia".
El mensaje es grotesco: debemos aceptar el socialismo, así veamos lo que pasa en Venezuela. Oponerse a esa estrategia de captura del Estado no es polarización, es resistencia. Como en Venezuela, Cuba o Nicaragua, nos quieren doblegar y vivir en una dictadura del proletariado, que en realidad, es la dictadura de los socio-oligarcas, capturando unas fuerzas militares minadas en su honor para que sirvan de asesinos de la oposición, junto con la Primera Línea, financiada para matar.
Esas propagandas bobaliconas son condicionantes sociales de mentes no acostumbradas al sentido crítico. No es lo mismo un demócrata de derecha que un radical de izquierda. Para el primero, la democracia es su forma sociopolítica de vida, para el segundo, el trampolín para llegar a la dictadura usando todas las formas de lucha. No se convive con el asesino.
Ese discurso apaciguador que vuelve a hacer su aparición en el golpe de estado venezolano hace recordar a Robert Kaplan diciendo que los momentos de mayor inestabilidad mundial se dan cuando el imperio o potencia dominante abandona su condición de árbitro internacional y deja hacer.
Mientras el período Obama nos dejó a ISIS y al repotenciamiento de Cuba y su captura de Venezuela, además de la entrega de la institucionalidad colombiana al crimen organizado, el de Biden nos dejó la vergonzosa huida de Afganistán, la invasión de Ucrania y el ataque de Hamas a Israel, y ahora se juntó a los tres narcozurdos de Brasil, México y Colombia para darle una “transición democrática” a Venezuela, que terminará en el atornillamiento del chavismo.
Afortunadamente Ucrania ha resistido e Israel, mostrando como se tratan los radicales, está acabando con Hamas en Gaza, Hezbolá en Libano y los Huties en Yemen, Primeras Líneas de Irán sin temor al escalamiento que gritan los izquierdistas, acusando a Israel de genocida, imperialista, proguerrero y antipaz, haciendo una vez más criminal a la víctima, no al victimario. Hoy Maria Corina es terrorista en Venezuela y Maduro, presidente.
No es polarización es resistencia. Venezuela no está polarizada, está sometida por un regimen de corte fascista.
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