Ya son cinco años que completamos del cierre de la frontera. Lo grave de una situación de crisis es que con el tiempo comience a verse como si se tratare de algo normal, y eso es precisamente lo que empieza a suceder con la frontera entre Colombia y Venezuela, y peor ahora con pandemia.
Es como si empezáramos a ver las trochas como un tránsito de mercancías y gente normal. Hace poco leía un artículo del periódico El Heraldo en el que se denunciaba que en la Guajira podían haber cerca de 250 trochas y entiendo que entre Cúcuta y las poblaciones cercanas pueden haber más de 50 pasos ilegales.
Hay que pensar, con toda la responsabilidad que obliga en estos tiempos de pandemia, en establecer algunos protocolos y pensar en una apertura del comercio formal entre Colombia y Venezuela. Con este cierre que ya lleva 5 años está ocurriendo lo peor que puede suceder en una frontera que está calificada como una de las de mayor comercio en América Latina: la criminalidad y la manera como grupos ilegales se las han tomado, día a día genera una serie de asesinatos, torturas, cobro de cuentas, ajustes y comercio de mercancía que deben pagar peajes a esos grupos criminales.
Hay otra realidad que es inocultable: la autoridad no está en capacidad de controlar esos pasos ilegales.
Es decir, a 5 años de cierre, estamos ante el peor de los resultados, y es que se está propiciando una criminalidad incontenible, que crece día a día, y que si se mira con el crecimiento de la informalidad y desempleo a niveles inimaginables por cuenta del coronavirus, toda esa gente que se está quedando sin ninguna opción de empleo por estos días, la angustia de encontrar algunos recursos los van a llevar a mirar la posibilidad de hacer algo por las trochas, de llevar o traer algo, porque es la única posibilidad de sobrevivir.
Este cierre prolongado de la frontera que tiene como efecto el crecimiento de las trochas, no nos estamos dando cuenta y se está convirtiendo en “una bomba de tiempo” para la ciudad.
Llama la atención en un tema tan complejo y grave y es el silencio de las autoridades y la clase política. ¿Qué piensan el gobernador y alcalde de la ciudad sobre un tema tan grave y susceptible? ¿Porqué el silencio de la clase parlamentaria? ¿Acaso es que están de acuerdo con que se siga prolongando este cierre y que nos quedemos de manos cruzadas?
Desde luego que una apertura del comercio formal debe hacerse de una forma metódica y cuidadosa por el tema de la pandemia. Los controles epidemiológicos se pueden hacer en los puentes.
Mirado desde otro ángulo es muy lamentable que durante muchos años hablamos, hicimos foros, organizamos foros sobre la importancia del puente de “Tienditas”, y ahora sobre el puente tan solo hayan unos containers que se han convertido en una imagen de nuestra inutilidad en construir unas relaciones diplomáticas y comerciales propias del siglo XXI.
Esta es hora que el presidente Duque entienda que Maduro, gustemos o no, se atornilló al poder por un buen tiempo y que las relaciones colombo – venezolanas no pueden quedar al vaivén de vanidades, de pretender asumir un liderazgo inútil para “tumbar a Maduro”, y los días siguen y lo único cierto es el perjuicio que reciben todos los días los empresarios de la ciudad por el cierre prolongado de la frontera. Y a riesgo de ser reiterativo, ¿qué piensan el señor gobernador, el alcalde y los parlamentarios de la ciudad? Acostumbrarnos a lo que día a día pasa en las trochas es un grave error. Es cierto que esta pandemia ha colocado a muchos en una especie de letargo, pero es hora de despertar con la frontera, porque entre otras cosas, desafortunadamente tendremos que convivir con los riesgos de la pandemia por varios meses.
Edgarcortes.asesores@gmail.com