El pasado jueves 18 de marzo el doctor Rodrigo Llano Isaza, uno de los dignatarios de la Academia Colombiana de Historia, difundió por redes sociales un mensaje con carácter urgente: “Le ruego a todos los historiadores de Colombia, con su Academia, Asociación, Academias departamentales y Centros de Historia de todo el país, que se conviertan en Vigías del patrimonio. Entre ciertos gobernantes, curas y constructores nos van a dejar sin patrimonio. Hay que denunciar y me ofrezco para canalizar todas las inquietudes con el Ministerio de Cultura”.
Lo cierto es que en la Constitución de 1991 se consagraron normas tendientes a proteger el patrimonio cultural de la Nación, luego se expidió la Ley General de la Cultura (Ley 397 de 1997) benéfica para el sector cultural y entregó herramientas para la protección de lo que queda de nuestro patrimonio cultural. Las modificaciones posteriores a la citada ley nos avisa que la idea de patrimonio cultural también evoluciona y crea nuevas formas de protección.
El Ministerio de Cultura tiene el Programa de Vigías del Patrimonio Cultural, una estrategia que, con calidad de voluntariado, integra a las comunidades de todo el país interesadas en difundir, mantener y reconocer el patrimonio cultural. Pero el asunto no es tan fácil, porque los actores que menciona Rodrigo Llano en su mensaje angustioso son todos poderosos o todopoderosos. Además, el mismo Ministerio de Cultura, que es el encargado de esa labor y organiza a los Vigías en el país, no ayuda con la interpretación de normas jurídicas, como sucedió hace unos años cuando desde la Academia de Historia de Ocaña se clamaba por la protección de la Columna de la Libertad y el entorno de protección, que son 150 metros a la redonda, y la Oficina Jurídica del citado Ministerio no fue mucho lo que ayudó.
La misma Academia de Historia de Ocaña lucha ahora denodadamente porque el Ministerio de Cultura detenga la ruina en que va cayendo el Complejo Histórico de San Francisco, donde se celebró la Convención de Ocaña, próximo a cumplir 200 años. Marta Pacheco García, Vigía del patrimonio en Ocaña, y Luis Eduardo Páez García, en alguna ocasión se empeñaron en la recuperación del Complejo Histórico y de la biblioteca, y lo lograron con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Gobernación. Hoy vuelve a amenazar ruina, pero todo ha cambiado. La época en que bastaba una llamada a ocañeros célebres residenciados en Bogotá, como el exministro de Obras Púbicas, Argelino Durán Quintero, que también intervino la edificación cuando ocupó la citada cartera; o el de Educación, Lucio Pabón Núñez, ya no están entre nosotros. Sólo nos queda lo que pueda hacer el gobernador Silvano Serrano Guerrero antes de que expire su mandato. El doctor Silvano es natural de la provincia de Ocaña y sensible a estos temas. También el Consejo Departamental de Patrimonio Cultural de Norte de Santander puede colaborar.
A finales de la década de los años 60, del siglo XX, les correspondió el turno a determinados sacerdotes, porque por facilismo o mala interpretación de las conclusiones del Concilio Vaticano II destrozaron los retablos y púlpitos de las iglesias que administraban. Hoy muchas tratan de recuperar ese patrimonio.
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Lamento profundamente el sensible fallecimiento del periodista Ángel Romero, con quien cultivé una amistad estrecha desde alguna vez que me escuchó hablando con propiedad - como decía él - de periodistas barranquilleros y, en especial, la nómina de comunicadores del Diario del Caribe en la década de los años 70 y 80, del siglo XX, rotativo en el que él laboró.
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