Me he demorado en hacer este homenaje, lo sé. En un país como el nuestro, donde cada día amanece con un nuevo escándalo o una crisis por resolver, a veces dejamos pasar lo más importante: los verdaderos héroes. Pero nunca es tarde para reconocer el esfuerzo, la dedicación y la grandeza de nuestros atletas paraolímpicos.
En los Juegos Paralímpicos de 2024, la delegación colombiana logró un desempeño histórico que merece todo nuestro reconocimiento. Con un total de 28 medallas y 44 diplomas olímpicos, nuestros paratletas y el equipo en general superaron las marcas obtenidas en ediciones anteriores, dejando claro que son, como ellos mismos se autodenominan, "imparables". Colombia se posicionó en el puesto 19 del medallero, con 7 medallas de oro, 7 de plata y 14 de bronce.
Cada uno de ellos nos llenó de orgullo, nos hizo erizar la piel cuando el himno nacional resonaba en Paris. Y sin embargo, su hazaña pasó casi desapercibida. No fueron tendencia en las redes sociales, no recibieron el recibimiento que merecían. No hubo caravanas, ni portadas de periódicos, ni el ruido mediático que sí reciben otros eventos. ¿Dónde quedó la alegría por sus triunfos? ¿Cómo permitimos que esta gesta histórica se quedara en las sombras de tantas malas noticias?
Lo que enfrentan estos atletas es más que una competencia: es un desafío constante contra sus propios límites. Cada uno de ellos nos demuestra que las barreras solo existen para ser superadas. Su participación en los Juegos no es solo admirable, es una prueba de heroísmo diario. Superar una discapacidad y competir en la élite mundial es algo que merece nuestra más profunda admiración, y aun así, la atención que les brindamos como sociedad no estuvo a la altura de su esfuerzo.
El presidente, como era de esperar, lanzó un trino genérico. Pero eso fue todo. Ni siquiera tuvo la decencia de felicitar a cada atleta por sus triunfos. Como si con un solo mensaje fuera suficiente para cumplir con el protocolo. No es suficiente. Estos deportistas merecen mucho más que un simple trino. No podemos permitir que su gobierno, que se ha caracterizado por el caos y la falta de atención a lo verdaderamente importante, se lleve todo nuestro enfoque.
Los colombianos debemos cambiar el chip. No podemos seguir alimentando la negatividad, viendo solo lo malo que sucede en Colombia. Sí, los errores están ahí y no se pueden ignorar, pero nuestro país es mucho más que sus gobernantes. La verraquera de nuestro pueblo, los logros de nuestros héroes cotidianos, son el verdadero reflejo de Colombia.
Cada día, hay colombianos que dejan en alto nuestra bandera. Ya sea en los deportes, en la ciencia, en el arte o en la vida cotidiana, están ahí, haciendo la diferencia. Son ellos los que merecen nuestro foco, no las arengas vacías de un presidente que quiere distraernos con su retórica populista. Dejemos que grite, que se ahogue en sus palabras. Nosotros debemos concentrarnos en lo que realmente importa: en la fuerza, la pasión y el trabajo incansable de los colombianos que, contra todo pronóstico, siguen dejando huella.
Este es el momento de cambiar nuestra actitud. No más darle protagonismo a lo que no lo merece. Debemos disfrutar y celebrar los logros de nuestros deportistas, de nuestros héroes. Porque si algo nos queda claro con los Juegos Paralímpicos de 2024, es que los colombianos no se rinden. Mientras algunos buscan hundirnos en el pesimismo, nuestros atletas nos enseñan lo contrario: nos muestran que somos imparables, que nuestro país tiene más para dar y que la esperanza sigue viva en cada uno de nosotros.
Hoy, más que nunca, es momento de celebrar lo bueno, de enfocarnos en lo que nos hace sentir orgullosos, y de dejar de lado lo que busca dividirnos. Porque los verdaderos héroes están aquí, entre nosotros, y merecen toda nuestra admiración.
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