El presidente Gustavo Petro, en su radicalización, ha convertido el poder ejecutivo en un grupo de activistas que han mostrado ser buenos agitadores pero pésimos gestores, haciendo que el país previendo lo peor, deba unirse para evitar la hecatombe.
Ante su fracaso legislativo, optó por agitar la consabida constituyente, como un "coco" ante la pérdida de capacidad de gestión política en el Congreso. Quiere que su proyecto de modelo de subdesarrollo económico y estado colectivista se imponga, así las mayorías se opongan.
Pero ya sabemos que Petro no hace nada conforme a la ley, sino sujeto al concepto socialista de “democracia popular”, consistente en que un "líder iluminado" puede interpretar la "voluntad" de una masa amorfa de personas llamada“pueblo”, que lo autoriza a imponer su voluntad a la totalidad del país. No es, como en la democracia liberal, una propuesta clara y sustentada, avalada por mayorías comprobables, sino que la respalda el “pueblo” representado por minorías amenazantes, algunos de ellos como los indígenas, que no se consideran nacionales colombianos. Petro no busca llevar al Congreso una ley Constituyente, ni pasar un control constitucional, sino activar el "estallido social (léase asonadas dirigidas, que tan mal manejo Duque) impulsado por milicias urbanas de la guerrilla con un componente de jóvenes radicales con tendencia anarquista que ven en la democracia liberal y la economía de mercado un enemigo a eliminar y sobre este “poder constituyente" imponer su voluntad.
En otras palabras hacer un golpe de estado duro, si cuenta con las fuerzas militares, como parece ser en este momento. El impresentable ministro de defensa ha ido desmantelando la oficialidad de los verdaderos oficiales constitucionalistas y los ha reemplazado por "seguidores" del "líder". Ahí se comprueba que cuando Petro habló de golpe de estado, era el suyo. Pero ante la posibilidad que las fuerzas militares sigan el camino de Venezuela, convirtiéndose en un cartel más, las reservas deben activarse, con el apoyo ciudadano, para evitar perder el país. Petro no va a hacer la paz total, pero puede llevar a la guerra total.
Quien impulsa la guerra total o guerra de exterminio, en donde una parte busca la desaparición de su enemigo, debe entender que él acepta que de perder, también puede ser eliminado. Pasó en la Segunda Guerra Mundial con Alemania, quien buscando "eliminar" los inferiores, logró la desaparición de Alemania y con el militarismo japonés, que casi logran que borren del mapa al archipiélago nipón. Y hoy pasa con Hamas, que buscando la desaparición física de Israel, está logrando la desaparición de Palestina. Si mediante las manifestaciones callejeras se quiere imponer el socialismo, mediante manifestaciones callejeras se acepta la destitución de ese regimen que apela a la ilegalidad para mantenerse. Con la vara que midas, serás medido.
Se va a llevar por la calle la legalidad, apelando a la calle; no busca apelar al Constituyente Primario sino al Constituyente Primitivo, fundamentalista, radical, y no en pocos casos, obligados por el miedo a crimen organizado relacionado con el gobierno. Pero esa puerta al averno que es una Constituyente legal o ilegal e impuesta, puede aprovecharse para acabar con el gobierno de Petro. Si él acepta que puede burlar la ley con el llamado a la Primera Línea y demás milicias paramilitares y a las mingas indígenas u otros grupos étnicos o de minorías “dirigidos”, las mayorías no nos podemos quedar calladas y también debemos tomarnos la calle como Poder Constituyente para exigir ¡Fuera Petro! y su administración que incluye a la vicepresidenta Francia Márquez y llamar a elecciones anticipadas. Pero no es un día cada tres meses, es todos los días protestando. Petro va a gastar el presupuesto nacional en ese propósito y por eso la ciudadanía realmente democrática debe organizarse, no bajo un logo electoral, sino bajo la defensa de la democracia liberal.
En la calle nos vemos, ejerciendo poder constituyente, con las reservas morales civiles y militares de este país.