Faltando ocho días para la cita a la fiesta de la democracia, he podido analizar varias propuestas de los candidatos, sin embargo hay una en particular que llamó poderosamente la atención, puesto que el candidato, pese a que tiene orígenes políticos, pareciera que nunca se enteró de los antecedentes de una problemática que ha tenido tímidos avances, tal como lo es el espacio público.
Hace casi tres décadas, cuando el candidato era un adolescente, existieron en la ciudad unas casetas llamadas “chazas”, ubicadas sobre los andenes de varias vías, siendo una de ellas, la calle 12 entre avenidas tercera y sexta. Las mismas eran propiedad de habilidosos comerciantes minoristas que vendían todo tipo de productos y solo hasta el año 1995, el alcalde de turno inauguró el Centro Comercial Oití, como una solución al manejo del espacio público en la ciudad, dado que allí debía trasladarse el mayor porcentaje de personas dedicadas a la citada actividad.
La alegría de todos los ciudadanos duró muy poco, toda vez que el problema creció exponencialmente y muy rápidamente los vendedores informales se tomaron todo el centro de la ciudad, porque las medidas adoptadas por todos los burgomaestres orientadas a respetar los derechos de los comerciantes legales, propietarios o arrendatarios de locales comerciales, han sido muy laxas y por tal motivo, ven mermadas sus utilidades, dado que son numerosos los casos en que los informales venden productos similares a los ofrecidos por los legales y esa desigualdad solo tiene un nombre: falta de autoridad.
Lamentablemente, pareciera que uno de los candidatos no consultó los antecedentes de la problemática, dado que una de las principales propuestas del candidato consiste en no perseguir la informalidad, frase que repitió una y otra vez en el auditorio de la Cámara de Comercio, en franco desafío a las leyes y una clara ofensa al comercio organizado que de seguro, murmuraba la torpe e irresponsable propuesta electoral.
Hoy, la misma persona bordea los cuarenta años y aún cree que la informalidad tiene límites. No señor, muy equivocado está, porque es imposible decirle a un trabajador informal que hoy le da permiso de trabajar y mañana no. Hoy come y mañana no, sencillamente porque la necesidad lo obliga a buscar su sustento y eso es apenas lógico.
Lo que se sale de la lógica es una promesa que no podría cumplir, porque induciría al peor caos urbano conocido y nuestra ciudad fácilmente podría llamarse: “Cúcuta, la ciudad de la informalidad”. Por otra parte, ¿qué explicación le podría dar al comercio organizado que paga impuestos y genera empleo, cuando su desespero lo ha llevado a prometer lo que no podría cumplir, dado que estaría en franca violación de las normas legales, en particular las que protegen el espacio público?
No tengo idea si dicho candidato tiene opciones de ocupar el primer cargo del municipio, pese a que su mentor logró enredar muchos ciudadanos a punta de megáfono, pero la verdad, su propuesta es atrevida e irresponsable.